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domingo, 26 de diciembre de 2010

¿Cómo son las personas con Personalidad Límite (Borderline)? - Nociones Básicas sobre el Espectro Límite de Personalidad

David Alberto Campos Vargas


Este artículo responde a una iniciativa de la madre de una de mis pacientes. Esta señora, cariñosamente, me sugirió que escribiera algo sencillo, comprensible y claro que la ayudara a entender el diagnóstico de su hija. Sucede que se ha escrito mucho sobre el tema, pero la mayoría de los textos son demasiado elaborados, dirigidos a un público pequeño (de especialistas en la materia). Agradecí a esta buena mujer y puse manos a la obra. Espero que sea de utilidad.


Aclaro, ante todo, que los diagnósticos jamás son estáticos en psicoterapia. Un paciente no está "sentenciado de por vida" por el hecho de ser diagnosticado. Como siempre, defiendo aquí la idea de la evolutividad en psiquiatría: nuestros pacientes evolucionan, cambian, mejoran. Aún los más perturbados sacan algún provecho de los procesos de psicoterapia (procesos y técnicas que, claro está, deberán acomodarse a cada paciente en particular, a su realidad humana, social y familiar). Por eso, un diagnóstico de Rasgos de Personalidad Límite, Inestable o Borderline jamás deberá ser usado, por nadie, como un rótulo perenne para el paciente. El paciente es ante todo una persona humana, un ser mucho más amplio que la simple etiqueta de un diagnóstico.


En este mismo orden de ideas, lo que en algún momento configuró en la vida del paciente determinado Trastorno, en otro momento puede configurar otra realidad psicopatológica. Los pacientes cambian. La psicoterapia produce modificaciones, aprendiajes, nuevas adaptaciones y mejoría en ellos. Por eso los diagnósticos pueden cambiar con el paso del tiempo.


Se dice que si determinadas características de la personalidad de un paciente logran ser suficientemente patológicas (logran causarle gran dolor al paciente mismo o a sus allegados) estamos frente a un Trastorno; si no son tan desastrosas para el paciente y quienes le rodean hablamos de Rasgos o Estilo de Personalidad. Lo que no se dice a menudo, y defiendo a capa y espada, es que los pacientes no se quedan anclados para siempre en el Trastorno o el Estilo de Personalidad. Los pacientes se van moviendo a través del espectro. Lo que he observado es que los pacientes borderline están sujetos a transformación: pacientes sumamente desbarajustados, con un Trastorno Límite, al cabo de un tiempo en psicoterapia se muestran ya menos afectados, hacen sufrir menos a sus familiares, reaccionan más apropiada y adaptativamente a las exigencias de la vida: son ya pacientes con rasgos (estilo) de personalidad limítrofe, no trastorno. De nuevo, la evolutividad de las categorías diagnósticas y la naturaleza curativa o benéfica de la psicoterapia hace que los pacientes del presente sean los mismos que, antaño, atravesaron por primera vez el umbral de nuestro consultorio.


Muchos libros de Psiquiatría desconocen todavía la posibilidad de cambio y mejoría en los pacientes; desconocen también que existen formas atenuadas dentro del Espectro de la Patología Límite de la Personalidad. Hace unos años, en un examen, mi entrañable maestro el Dr Hernán Santacruz dijo que daría un punto extra a quien argumentara que existía un Estilo de Personalidad Borderline: una categoría no aceptada aún. Fiel a mis convicciones, y pese a que sonaba casi a herejía, desarrollé la idea del Continuum o Espectro Borderline (que cobijaba formas severas, con graves patologías del carácter y de las relaciones, y también formas moderadas y atenuadas y formas leves de dicho espectro) y expuse cómo podíamos estar ante unos Rasgos Límitrofes o un Estilo Limítrofe de Personalidad sin que hubiese un Trastorno per se. El profesor Santacruz quedó encantado y me calificó con la máxima nota en su seminario. Yo proseguí con las observaciones de mis propios pacientes, y la práctica clínica me fue corroborando, en vivo, lo que había supuesto teóricamente: la noción del cambio. Los pacientes, si se cumplían las condiciones adecuadas de psicoterapia y se llevaba a cabo un proceso terapéutico genuino y empático, mejoraban. Se movían del polo más grave a puntos más atenuados de la enfermedad.


Teniendo en cuenta lo anterior, veremos que las personas del Espectro de Personalidad Límite son en realidad muchas más que las que nos llegan a consulta. Es posible que las que lleguen a ser remitidas por los trabajadores sociales, los enfermeros y los médicos generales y de otras especialidades correspondan a las caracteriopatías más severas. Muchas otras personas con rasgos fronterizos de personalidad pasan "desapercibidos" aún ante curtidos médicos y psicólogos, por presentar cuadros menos severos (sea porque ya han tenido acercamientos previos a la psicoterapia, sea porque en ese momento de sus vidas no estén sometidos a un estrés que sea suficiente como para ponerlos contra la pared, sea porque su entorno -el colegio, la universidad, la familia, el círculo de amigos-  no ha sufrido aún lo suficiente como para derivarlos con un psiquiatra, sea porque sus genes, su naturaleza constitucional y el ambiente en el que se desarrollan configuran un síndrome atenuado dentro del Espectro, o por otras razones). Muchas de las personas habitualmente descritas por los demás como "conflictivas", "problemáticas", "muy sensibles y apasionadas" pueden hacer parte del Espectro Límite de la Personalidad, sólo que nunca llegan a ser diagnosticadas (y, por desgracia, nunca acceden a un tratamiento que podría hacerles sus vidas menos difíciles, sus relaciones menos frustrantes, sus existencias menos áridas).


Creo también pertinente aclarar que los términos "límite", "limítrofe", "fronterizo", "inestable" y "borderline" son  intercambiables (de hecho, en este artículo trato de usarlos todos); son simplemente distintos nombres de un mismo fenómeno, distintas etiquetas para un mismo síndrome: el Espectro Límite de Personalidad (con su polo más severo, el Trastorno Límite de la Personalidad, y con su polo más leve, el Estilo Límite de Personalidad).


Hablemos entonces de las características de estas personas del Espectro Límite (Fronterizo, Borderline, Inestable) de la Personalidad. Una de ellas es su ánimo oscilante entre lo depresivo y lo irritable. De hecho, muchas veces pueden traslaparse clínicamente con trastornos depresivos; no es inusual que verbalicen cogniciones depresivas de desamparo ("me han abandonado", "no tengo a nadie en al vida", "nadie me quiere", "mi única compañera es la soledad"), de minusvalía ("no puedo", "no soy capaz de", "siempre cometo errores en", "soy inútil/torpe/incapaz"), de fracaso ("no soy bueno para nada", "soy una perdedora", "soy un fracaso", "nada me sale bien"), e incluso, cuando los momentos depresivos son marcados, pueden referir ideas de culpa, de ruina y de desesperanza ("todo está perdido", "no hay nada que hacer", "esto no puede cambiar", "ni nada ni nadie pueden sacarme de esto"). Tampoco es infrecuente que verbalicen ideas de muerte pasivas ("ojalá que Dios se acuerde de mí", "ojalá me ocurriera un accidente y me muriera", "desearía acostarme a dormir y no despertar nunca") o activas (de hecho, pueden referir francas ideas de suicidio). Estos pacientes pueden verse acongojados, tristes, en ocasiones cabizbajos y sin alientos, en ocasiones huraños o taciturnos (llegando a encerrarse en su cuarto por varios días, o descuidando su vida social o laboral). Pueden llorar o al menos mostrar desencanto y desilusión en su rostro, perder el brillo en sus miradas. Pueden abandonar sus proyectos, dejar sus labores a medio hacer, entregarse a una postura quieta e inhibida en la que rumian sus pensamientos negativos.


La otra cara de la moneda, en cuanto a su estado de ánimo, es la irritabilidad. No es que irritabilidad y depresión sean mutuamente excluyentes; de hecho, en muchos pacientes fronterizos he observado cierta tendencia a la depresión irritable: suelen gritar y agredir en vez de llorar copiosamente, suelen mostrarse hostiles, por momentos francamente agresivos (con las personas a su alrededor, con ellos mismos, con los objetos y animales que encuentren a su paso). No es inhabitual que se lancen a agredir su propio cuerpo, a veces con intención autolítica (queriendo hacerse daño), otras veces con intención manipulatoria (para hacer sufrir a sus allegados, a quienes ponen en jaque con amenazas de suicidio). Por eso es frecuente observar en su cuerpo, especialmente en su piel, estigmas como cicatrices antiguas, laceraciones, cortadas múltiples, heridas recientes superpuestas a heridas pasadas. Por esta irritabilidad las familias consultan a menudo, en especial cuando dichos pacientes ponen a sus allegados entre la espada y la pared con episodios de explosión, ira descontrolada y furor colérico, en los que pueden vociferar, amenazar, agredir a pleno pulmón 
con frases hirientes o groserías, dañar las pertenencias de otros miembros de la familia, causar destrozos en el patrimonio familiar y aún atacar físicamente a quien se ponga en su paso.


Los ejemplos anteriores son parte de lo más dramático del cuadro; muchas veces la presentación del cuadro no es tan exagerada, y la irritabilidad suele verse más como disforia, como un mal-estar, cierta clase de spleen, de incomodidad existencial. A veces se vivencia como "aburrimiento", en ocasiones como franca crisis existencial, y el paciente puede verbalizar que no ha hecho nada con su vida, que no merece seguir viviendo o que la vida así no vale la pena. Bonnet ya había señalado, hace décadas, la disforia como marcador de estado de ánimo de estos pacientes; Kräpelin añadió una interesante observación: en estos pacientes existiría una especie de exceso de excitabilidad, con fluctuaciones emocionales y explosividad. Por esto las personas del Espectro Límite pueden presentarse como hipersensibles, apasionadas, muy prestar a reaccionar emocionalmente y de forma magnificada.


Con respecto a las dificultades que tienen estos pacientes en la estructuración de su self, el trabajo de Anzieu a propósito de la fragilidad del Yo-Piel de estas personas se puede constatar clínicamente con un hecho bastante conocido: su tendencia a hacerse tatuajes, piercings, aretes y orificios de todo tipo, incluso deformidades dérmicas. Es como si, manipulando su piel, buscaran tener la certeza de que sí tienen límites corporales, la seguridad de que no se van a desintegrar, de que no se van a desvanecer. Para mayor claridad con respecto al concepto de self, remito al lector a los artículos sobre Kohut y Stern publicados en este mismo número (diciembre/2010).


A veces pueden parecer tan trastornados que más de uno se pregunta a su alrededor si no están francamente locos. Mariátegui había hecho referencia al carácter "fronterizo" de esta entidad, "a medio camino entre lo neurótico y lo psicótico". La verdad es que estos pacientes, la mayor parte del tiempo, exhiben un juicio  raciocinio dentro de rangos de normalidad, conservan un estado de lucidez básica (que no completa) y saben diferenciar, de manera básica (insisto, no al 100%) entre lo real y lo irreal, entre lo real y lo fantaseado, entre lo que existe aquí y ahora y lo que existe a nivel inconsciente (del allá y entonces). Por eso pueden estudiar, hacer carrera, ascender social y laboralmente, tener familia, desenvolverse como gente normal. Pero, si somos lo suficientemente finos como psicopatólogos y psicoterapeutas, encontramos en ellos pequeñas distorsiones del pensamiento, de la forma de razonar y del juicio crítico, sutiles disfunciones cognitivas a la hora de realizar interpretaciones de los pensamientos e intenciones de los demás (lo que, como propuse en un artículo del 2009, los predispondría al fenómeno de Reversión de la Perspectiva), leves deficiencias en la cognición social y en la capacidad de establecer plena empatía (con lo que se daría una tendencia a la conflictualización de sus relaciones interpersonales). Es decir, no están psicóticos, pero tampoco se encuentran al 100% ("no estamos locos, pero tampoco es que seamos muy normales", como jocosamente me señaló una paciente alguna vez). 


El Espectro Límite de Personalidad puede ser bastante variopinto en su presentación. Ya hemos visto cómo pueden pasar por sanos sin dificultad (puesto que su inteligencia y sus capacidades de estudiar y trabajar no se ven casi alteradas), cómo pueden parecer deprimidos o coléricos, sensibles o nostálgicos. Ya hemos visto cómo caminan al filo de la navaja, con distorsiones del pensamiento, la empatía y la cognición social que aunque no los llevan a ser psicóticos por definición sí los hacen susceptibles de psicotizarse con facilidad (ante situaciones traumáticas, de estrés lo suficientemente intenso como para superar sus mecanismos defensivos y su función adaptativa, o ante el consumo de sustancias psicoactivas). Es, de hecho, una entidad camaleónica. Por eso los pacientes pueden llegar con un grueso historial con todo tipo de diagnósticos. Por eso es que un médico inexperto puede confundirlos con pacientes histéricos, sociópatas o bipolares. Por eso es que los mismos psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas que los abordan puedan verse a gatas a la hora de definir su diagnóstico y tratamiento. En este orden de ideas, Schneider prefirió categorizarlos dentro de las personalidades lábiles o inestables: lo que en un momento puede emerger como una pataleta, en otro como un intento suicida, una agresión dirigida a un mueble o una conducta hosca e irritable, etcétera. 


Las conductas de autoagresión suelen ser frecuentes. No solamente en forma de agresión al Yo-Piel (al que se hiere justamente en el afán de comprobar que sí existe, que sí está ahí para evitar la catástrofe de la difusión de la identidad), sino en todo lo que pueda ser englobado como agresividad autodirigida (agresividad dirigida  a sí mismo): automutilaciones, exigencias corporales desmedidas (en forma de necesidad de "sentir la adrenalina" practicando deportes extremos y de alto riesgo, deportes violentos y de contacto, o en forma de torturas corporales llamativas...tuve una paciente que comentaba que sentía como una necesidad imperiosa, pese al disconfort que le generaba, el someterse a bañarse en agua helada después de terminar acalorada sus relaciones sexuales, para sentir que su self no se había disuelto en el orgasmo y confirmarse a sí misma que "seguía ahí").


Otra característica de estas personas es su incapacidad para estar solas. Por eso experimentan sus rupturas amorosas de manera tan catastrófica. Por eso pueden sentir la amenaza de la separación o el abandono ante eventos que para otras personas son normales o parte de la cotidianidad (por ejemplo, si su pareja cancela una cita el paciente fronterizo no puede evitar sentirse abandonado y atacado). Por eso vivencian con tanta angustia la posibilidad de no conseguir pareja, o de experimentar una separación. 


Algo llamativo es que estos pacientes es lo que he denominado la Paradoja Relacional del Espectro Límite: pese a que temen tanto la soledad y el abandono, con frecuencia se exponen a situaciones de ruptura relacional. Experimentan con dolor el quedarse solos, pero, por lo mismo difícil de su carácter  y su especial manera de relacionarse, ahuyentan a menudo a sus parejas (potenciales o consolidadas). He encontrado un círculo vicioso consistente en ideas de autodepreciación o autodescalificación  ("nadie se fijaría en mí, por lo malo que soy") o de heterodescalificación ("los demás son malos porque no se fijan en mí"), seguidas de conductas de apego inseguro (una vez consiguen un compañero se aferran a él o ella viscosamente, de manera adhesiva y a veces asfixiante) que generan en el otro duda o rechazo, con lo que se activan en el paciente cogniciones negativas ("ah, claro, ya me va a abandonar, como hacen todos/todas") que derivan en conductas inadecuadas (hostilidad, fluctuación entre el cariño y la agresión, ira, irritabilidad) que terminan provocando la ruptura, con la consiguiente "comprobación" de la creencia negativa ("yo sabía que me iba a dejar", "nadie quiere estar conmigo") y, vuelve y juega, las ideas de auto y heterodescalificación.


Las conductas autoagresivas incluyen también las llamadas conductas parasuicidas. Es decir, el ponerse en riesgo, como dice la sabiduría popular "provocando al Destino" o "tentando a la Muerte": tener relaciones sexuales indiscriminadas y sin proteción, conducir a alta velocidad o en estado de embriaguez, transitar por sitios peligrosos de manera deliberada, andar "buscando camorra" por doquier, etcétera. En dichas conductas, que algunos psicoanalistas han llamado "Gesto Suicida" para diferenciarlas justamente de los "Intentos Suicidas" propiamente dichos (en los que sí hay una intención consciente, y no solamente inconsciente, de hacerse daño), el paciente límite se expone, se arriesga y a menudo se enfrasca en problemas que terminan por complicarle aún más su existencia (dificultades con la Ley, daños en el patrimonio a terceros, lesiones personales, contagios e infecciones). Problemas que, dicho sea de paso, activarán sus cogniciones negativas y los conducirán de nuevo a un círculo vicioso de desilusión (de sí mismos, del mundo), rabia y conflicto que los llevará a exponerse a otras situaciones de riesgo.


Gunderson, intentando redondear lo dicho por otros psicopatólogos, señala como distintivos de este grupo de pacientes los comportamientos de automutilación, la preocupación excesiva ante posibilidad de estar solos (y su intolerancia al abandono y la soledad), las conductas parasuicidas ya explicadas anteriormente, la disforia crónica (su malestar que es mal-estar existencial) y su vulnerabilidad a las experiencias psicóticas transitorias. Creo que aquí, para tranquilizar al lector, se puede hacer una aclaración: se trata de micro-psicosis, que no son permanentes ni dejan secuelas profundas en la estructura psíquica de los pacientes. Dichas experiencias psicóticas transitorias corresponderían a lo que Lauffer menciona como "break down" en sus pacientes adolescentes: episodios de funcionamiento psicótico que en modo alguno implican el rotular al paciente como psicótico de por vida, y que resuelven adecuadamente con el tratamiento psiquiátrico y psicológico.


Los pacientes fronterizos son personas que viven las situaciones con gran intensidad, son altamente emocionales y emocionalmente inestables, buscadores de “adrenalina” (necesitan emociones fuertes para sentirse vivos). Suelen ser desinhibidos, animosos. No es infrecuente que describan la experiencia subjetiva de "sentir como una locomotora adentro", lo que hace que algunos clínicos sientan la tentación de diagnosticarles un Trastorno Bipolar (si bien es cierto que pueden coexistir los diagnósticos de Trastorno Afectivo Bipolar y Personalidad del Espectro Límite en una misma persona, el "boom" de la psiquiatría actual por diagnosticar enfermedad bipolar donde simplemente hay hipertimia o inestabilidad afectiva es una postura arriesgada y peligrosa, pues puede llevar a la medicación innecesaria de estos pacientes). 


Son buscadores de emociones, pueden exhibir una actividad tremenda, así como gran capacidad creativa. De hecho, en personas hipertímicas del Espectro Límite he visto a menudo una capacidad de trabajo formidable. Muchos de ellos ascienden laboralmente y pueden incluso ocupar cargos directivos y exhibir carreras brillantes. Con mucha frecuencia consumen sustancias psicoactivas (la mayoría de veces para "no dispersarse" y "calmarse") lícitas (cigarrillo, alcohol) o ilícitas.


Aunque ya he señalado su tendencia al acting, a las conductas de riesgo y a meterse en líos, así como su necesidad de vivir al límite, creo pertinente añadir que por esto mismo pueden ser derrochadores, fiesteros, "vivir siempre en el presente" sin considerar aspectos de su futuro como la necesidad de ahorro o la cotización para el régimen pensional. En general se trata de individuos impulsivos en muchas facetas de su vida (aun cuando exhiban una gran capacidad de planeación en otras; de hecho, varios de mis pacientes limítrofes son excelentes ejecutivos y en su trabajo exhiben una prudencia y una visión de futuro enorme, de la que adolecen en otras esferas de su vida) que planean poco (en lo relacionado con su vida amorosa, sus relaciones sexuales y sus amistades en geenral) y “disfrutan el momento”. 


Mi maestro y amigo el Dr Santacruz siempre me hizo énfasis en la sensación de vacío psíquico y la difusión de identidad de género que expresan estos pacientes. Él mencionaba, en una ocasión, que uno de sus pacientes lloraba y le decía que "a veces se sentía como si fuera su hermana". También hablaba de otro paciente que en su rol habitual era un hombre "correcto", un profesional con una esposa a la que adoraba, y que insistía en una orientación sexual heterosexual, pero que en ocasiones de estrés psíquico se dejaba sodomizar por hombres desconocidos que encontraba en los suburbios. Otros grandes clínicos (Gómez Restrepo, Auli, Oviedo, Jordán) me han insistido también en la conducta sexual caótica de estos pacientes, que oscilan entre la hetero y la homosexualidad, con componentes sexuales polimorfoperversos en ocasiones. Pero no es algo que se cumpla siempre. El lector puede afirmar, de hecho, que su familiar o conocido puede incluso ser sumamente recatado en su conducta sexual. Un paciente fronterizo puede a menudo casarse, disfrutar de una sexualidad heterosexual y monogámica, establecer una familia. 


La difusión de identidad va de la mano con la difusión de género (y la tendencia a la bisexualidad). Es, de hecho, una muestra de la fragilidad del Yo de estos pacientes. En efecto, en la psicoterapia profunda afloran a menudo episodios disociativos o de alteración transitoria y breve de la conciencia. Y ellos mismos se quejan de sentirse a veces vacíos, o sentirse como si no fueran ellos sino otros, o como si pertenecieran al otro sexo, momentáneamente. "Es como estar en piloto automático", me han referido algunos pacientes. Esto, como siempre insisto, no es de obligatorio cumplimiento para realizar el diagnóstico.


En el ámbito terapéutico se trata de pacientes que son todo un desafío: son muy exigentes, hacen regresiones terapéuticas y exhiben dificultades en la transferencia, hacen acting outs con frecuencia, entorpecen el proceso con fenómenos de Reversión de la Perspectiva y transferencias psicóticas, pueden oscilar entre la puntualidad extrema y temporadas de notoria impuntualidad y ausencia, con dramáticas oscilaciones entre la devaluación y la admiración del terapeuta. De hecho, el buen terapeuta debe estar dispuesto a asumir todas esas dificultades técnicas si desea tomar al paciente fronterizo en una terapia a largo plazo. Debe soportar los ataques, las desidealizaciones, las malinterpretaciones y las distorsiones que haga el paciente de sus intervenciones. Debe tolerar la angustia de las familias, que a menudo no saben qué a hacer y pueden incluso secundarle al paciente su inasistencia a la psicoterapia si caen manipulados por él, o si se creen todas las cosas con las que difame al terapeuta. Debe soportar su misma frustración, cuando vea que el paciente, pese a exhibir un movimiento general hacia la mejoría, recaiga, realice un intento suicida o una conducta parasuicida o se meta en problemas. Debe contenerse y aceptar como elementos beta (en la terminología de Bion) los insultos que reciba del paciente, y devolvérselos como elementos alfa menos caóticos, más asimilables (de hecho, la rabia intensa que parece que sienten estos pacientes con el terapeuta realmente está dirigida a otras firguras objetales, que por fenómenos de transferencia son representados por el terapeuta en ese momento, pero que realmente son distintos de la persona real del terapeuta).  
La clave, como diría Winnicott, es sobrevivir a la agresión del paciente. Ser una especie de objeto transicional para el paciente. No salir corriendo. No abandonar al paciente. No dejarse atemorizar por las dificultades del manejo, ni desilusionar por las vicisitudes a las que el mismo paciente se expone, muchas veces de manera inconsciente, y muchas veces llevándose consigo a su propia familia, de tal manera que todo el sistema familiar se pone en jaque así como se pone (o se intenta poner) en jaque al propio terapeuta y al proceso. 
En cuanto a sus relaciones interpersonales, se señala su intolerancia a la frustración y al abandono, su gran sensibilidad y sobreexigencia (pues son poco capaces de percibir el amor que les profesan, y, en cambio, muy dispuestos a "exprimir" a quienes los aman, demandantes e insatisfechos, "voraces de amor"), su tendencia a las relaciones de gran intensidad pero corta duración. Como indica Caballo, su incesante búsqueda de nuevas experiencias los lleva a vivir sus relaciones con la ley de “todo o nada”.  Son capaces de amor y odio extremos, tienden a  dicotomizar constantemente (para ellos, alguien es "completamente malo" o "completamente bueno", nunca perciben términos medios: o se es una persona maravillosa que satisface y gratifica siempre, o se es un personaje malévolo que frustra y persigue). En este orden de ideas, el psicoterapeuta debe estar preparado de antemano y entender que el amor/odio dicotómico y exagerado es la forma en la que el apciente interactúa con los demás: por eso, cuando sienta que el terapeuta lo gratifica, dirá de él que "es un doctor estupendo", que "lo sabe todo", que "conoce y ayuda". Cuando sienta que el terapeuta lo frustra, lo atacará y calumniará, hablará mal de él, dirá que "no sabe nada" o que la psicoterapia no lo ayuda. Tal como con sus familiares y amigos, el paciente borderline tenderá a poner al terapeuta en un pedestal...y a derribarlo a patadas de dicho pedestal, más temprano que tarde (de hecho, tanto más temprano en tanto más severo sea su cuadro).

Zanarini  propone ubicarlos dentro de los trastornos de los impulsos, dada la facilidad con la que pasan al acto, casi como si fuera en "cortocircuito". Es, sin duda, otra de las fallas en la mentalización que he expuesto en otros artículos. Son apcientes con tendencia al esquema de Acción-Reacción en el que no media el pensamiento, en el que no se prevén las consecuencias, en el que no hay una reflexión sobre las consecuencias que pueda tener dicho acto. Pero,a  diferencia de los sociópatas, los pacientes del Espectro Límite sí experimentan culpa y remordimiento después de sus apsos al acto, piden perdón a quienes han herido y se sienten sumamente mal. 

Van der Kolk, recogiendo lo trabajado por Freud, hace referencia a lo traumático en la patología límite del adulto, “como si el trastorno fuera una transformación crónica de lo postraumático, instituida de forma estable y duradera”. De hecho, no es inusual, si el psicoterapeuta logra rastrear el problema del paciente hasta sus orígenes, encontrar que ha sufrido uno o varios traumas en sus primeros años de vida. Dichos traumas pueden ser de variada índole: intento de abuso o abuso sexual, negligencia o descuido aprental, violencia física, violencia verbal, etcétera. Pero, de nuevo, hago al lector un llamado a la prudencia. El tener una patología límite del adulto NO implica necesariamente el haber tenido figuras aprentales maltratadoras, perseguidoras o negligentes. De hecho, no implica tener un trauma. He conocido algunos pacientes en quienes no logra identificarse un trauma, y en cuyos padres se perciben adecuadas estructuras de personalidad, y en cuyas historias de vida no hay estresores (ni pobreza, ni situación de conflicto armado, ni abandono, ni marginalidad, ni separación o conflicto marital). El Dr Felizzola me ha sugerido que puede tratarse de pacientes con una voracidad innata, nunca satisfecha; pacientes que, aunque reciban todos los cuidados de padres suficientemente buenos y se críen en un ambiente favorable, se situarán dentro del Espectro Límite.

Se insiste en su alta vulnerabilidad ante catástrofes y eventos traumáticos. De hecho, los pacientes del Espectro Límite son personas que toleran muy mal el estrés y las llaamdas por Jaspers "situaciones límite". Por ello se psicotizan, se rompen mucho más fácilmente que otros trastornos de personalidad. Por eso requieren, ojalá, de ambientes protectores, "suficientemente buenos" en apalbras de Winnicott. 

Kernberg señala su falla en la estructura de personalidad. En efecto, el paciente límite se nos muestra a menudo tan frágil, tan fácilmente fragmentable, tan vulnerable (por su mismo Yo débil), que los psiquiatras tenemos la sensación de estar frente a un edificio a punto de derrumbarse. Y, de hecho, son pacientes que ante la menor dificultad tienden a resquebrajarse: por eso pueden presentar a menudo Episodios Depresivos e incluso intentos suicidas.
A propósito de los Trastornos Fronterizos, debo añadir que todas las psicoterapias son potencialmente provechosas, si la diada paciente-terapeuta trabaja adecuadamente, en un clima de empatía y respeto mutuo, más allá de cualquier modelo. A lo largo de mi carrera he conocido grandes terapeutas, de todas las escuelas y formaciones (sistémicos, cognitivo-conductuales, gestálticos, psicoanalistas, eclécticos), y he notado que a todos ellos les funciona adecuadamente la terapia, sea cual fuere su orienatción teórica: sus pacientes siempre salen ganando. Sus pacientes mejoran. Las familias de sus pacientes logran vivir en armonía y equilibrio. Como me han señalado grandes terapeutas (los Drs Garciandía y Santaella, por ejemplo), la clave está en que el terapeuta no se aferre a una única teoría, que no se case con una única hipótesis de trabajo, y se pueda mover con flexibilidad entre las distintas doctrinas (freudiana, kleiniana, kohutiana, jungiana, sistémica, conductista, transpersonal, humanista, gestáltica, etcétera). Y, como he experimentado yo mismo, el punto fundamental está en saber qué tipo de terapeuta necesita ese paciente único que se tiene enfrente, aquí y ahora. Tal vez requiera en un momento un enfoque de apoyo, con uso de consejería y escucha participante; tal vez, en otro momento, requiera de más interpretaciones y clarificaciones; en un momento de su vida le puede resultar más provechoso el enfocarse en la resolución de problemas actuales, en otro, en la resolución de conflictos infantiles; el buen terapeuta debe estar dis`puesto, y saber ofrecerle, a ese paciente lo que más necesite en ese momento.

Algunos psicoanalistas insisten en la distinción hecha por Mariátegui y Kernberg, que clasifican estos pacientes en pacientes con funcionamiento alto, medio y bajo; los dos primeros, suponen, son aptos para Psicoanálisis. Dicha distinción, como han mostrado Lacan, Pichon-Riviere y otros grandes amestros, puede ser errónea: incluso los más trastornados, las caracteriopatías más graves, pueden verse beneficiados de un espacio terapéutico, de un terapeuta que sepa dar holding, contener y recibir al paciente, de un objeto-self (para usar la metáfora de Kohut) bueno al que pueda incorporar, de un asesor espiritual (no en un sentido religioso: el psiquiatra no es un gurú, sino en un sentido humano, pleno, profundo: el de un verdadero conocedor de la psique y sus mecanismos que está al servicio del paciente).

Me despido entonces deseando que haya podido despejar algunas de sus inquietudes, un abrazo.

David Alberto Campos V, 26 de diciembre de 2010

Sobre Daniel Stern y la cohesión del Sí-mismo

David Alberto Campos Vargas

El infante empieza percibiendo estímulos físicos como patrones simples (verbigracia, líneas verticales), después empieza a percibir curvaturas, tamaño y movimiento, y cada vez patrones de mayor complejidad, integrándolos en un proceso de asimilación que poco a poco le va permitiendo percibir al ser humano, y a otros seres, como diferenciados, distintos y separados de sí. La percepción amodal y los esfuerzos construccionistas permiten dicha integración.

La relación con el mundo implica reconocimiento y “darse cuenta de”, percatarse (de las consecuencias de lo que hace, de los sentimientos experimentados frente a otros seres, etcétera), funcionar y tener la vivencia de seguir siendo. Es clave también, en esta relación con el mundo, reconocer qué es variante y qué es invariante. A propósito de qué se reconoce primero (¿lo invariante, o lo variante?), podría afirmarse que en la medida en que se percibe y reconoce lo invariante se podrá ir reconociendo lo variante (incluidas las variaciones que se puedan hacer de lo invariante): del sinnúmero de rostros que se le presenten, el niño irá entendiendo que hay patrones constantes, con tendencia a la reiteración, con tendencia a estar siempre presentes: las líneas verticales del rostro, la gestalt formada por ojos y nariz vistos de frente, la boca; y con base en dichos fenómenos invariantes, irá identificando fenómenos variantes que acompañen a dichas experiencias, por ejemplo, cuándo un rostro expresa enojo o tristeza o satisfacción. Lo invariante y lo variante, en la representación del sí mismo, es un interjuego constante y simultáneo: el ser humano reconoce que hay cosas en él que no varían, lo cual da un sentido biográfico y de coherencia a su self, así como elementos que varían (por ejemplo, las señales del paso del tiempo en su cuerpo); el ser humano normal tiene la vivencia de seguir siendo el mismo pese a la experiencia de ir creciendo o ir envejeciendo.

A propósito de lo anterior, podría afirmarse que el ser humano, desde muy temprano en su desarrollo, exhibe una tendencia a ordenar el mundo aprehendiendo invariantes. Dichas invariantes, constantes epistemológicas, construyen una vivencia de estabilidad y permanencia, de estabilidad: por eso son pieza fundamental a la hora de forjar la identidad y el self del infante (y del ser humano, por extensión). Así se van integrando experiencias fenoménicas, partiendo de la sensación corporal (todo apunta a que lo primero en integrarse a la representación de sí mismo es la vivencia de la propia corporalidad), percepciones de invariantes y variantes del entorno. En esta experiencia, variantes e invariantes son omnipresentes: cada fenómeno percibido contendrá elementos variantes y elementos invariantes, y cada fenómeno, en sí mismo, será al mismo tiempo “familiar y nuevo” para el infante, en tanto que sobre la(s) invariante(s) se dan las respectivas variaciones.

El paso de la indiferenciación a la diferenciación va emergiendo, es un proceso haciéndose, que al final permitirá un self organizado, un self nuclear cohesionado y diferenciado de lo(s) otro(s). El infante se va haciendo cada vez más distinto (como ser diferenciado de otros), va organizándose como self cada vez más coherente, cada vez con mayor sentido de continuidad.

Entender al self como epifenómeno que integra experiencias de agencia, coherencia, afectividad e historicidad permite ver cómo se va creando el sentido de continuidad, de permanencia del self: un “seguir siendo” existencial. Cuando falla alguno de estos elementos, se altera dicho epifenómeno: si falla como agencia, veremos psicosis; si falla su coherencia, encontraremos fenómenos de despersonalización, fragmentación o fusión; si falla en su afectividad encontraremos anhedonia, etcétera.
Iniciada la integración de las sensaciones corporales, el infante empieza también a actuar, sobre sí y sobre su entorno: con cada acto motor (que va percibiendo, cada vez más, como algo propio), va estructurando un sentido de la propia volición. En la medida en que percibe cada acción como acto propio, y percibe también las consecuencias de cada acto (por ejemplo, al golpear un móvil verá que las figuras cambian de posición), va formándose una vivencia de predictibilidad de las consecuencias de cada acto (predictibilidad que, como todo fenómeno, tiene también muchos elementos variantes), y, en consecuencia, la experiencia de la volición, del ejercicio de la voluntad, y de la anticipación y la intencionalidad (en tanto que todo acto trae unas consecuencias, el infante va percatándose que “puede actuar x para obtener y” o que “para que se produzca y debe actuar x”).

En conclusión, la cohesión del self y la consolidación del self nuclear requieren de: a) un sentido de continuidad y coherencia de la propia experiencia de ser y el reconocimiento de dicha vivencia, que es la vivencia de la historicidad de sí mismo para el infante (y, por extensión, para el sujeto), b) la integración de canales sensoriales y acomodación y asimilación de invariantes y variantes, c) un sentido de self como agencia y organizador del psiquismo, d) una afectividad, que permea todos los actos (en tanto el infante, el sujeto, empieza a esperar con cada acto, con cada fenómeno, una constelación de afectos relacionados, tanto en él como en el entorno), y e) una vivencia de intencionalidad.

SELF, TRANSFERENCIA Y TRASTORNO NARCISISTA DE LA PERSONALIDAD: EL APORTE DE HEINZ KOHUT

David Alberto Campos Vargas

Uno de los pensadores más sobresalientes de su generación, Heinz Kohut cambió para siempre al Psicoanálisis. No sólo enriqueció con sus aportes la vieja teoría freudiana (por ejemplo, con conceptos como Self o Imagen Parental Idealizada), también transformó la técnica psicodinámica, tras trabajar justamente con sus pacientes más complejos: personalidades limítrofes y narcisistas.

Este breve artículo pretende explorar el campo específico de las transferencias narcisísticas, campo en el que Kohut, como ya se ha dicho, fue el gran teórico del Psicoanálisis (y aún hoy, referente obligado). Pero empecemos con definiciones clave:

a) El Self es el conjunto de representaciones que conforman para el sujeto un modelo de sí, modelo que se construye activa y permanentemente y asimismo tiene una continuidad en el tiempo: por eso nos permite tener un sentido histórico de nosotros mismos, una representación de nuestra permanencia psíquica a lo largo de nuestras vidas.

El Self deriva de las relaciones objetales tempranas, se construye en-relación-con: de un largo proceso de identificación e introyección de otros seres humanos se va estructurando el Self nuclear o maduro. Para que este proceso se produzca sin mayores sobresaltos, debe haber respuesta empática de esos seres humanos (llamados por Kohut Objetos-Self).

b) Unos padres empáticos funcionan como Objetos-Self primarios “buenos” en tanto tienen la capacidad de percibir las necesidades de reconocimiento y admiración de sus hijos, y de responder adecuadamente a ellas. De ello derivará una adecuada maduración del narcisismo en el niño, de su self, y una sólida autoestima. Por el contrario, padres no empáticos se hayan en la cadena causal de los trastornos narcisistas de la personalidad.

Ahora bien, Kohut consideró que el narcisismo normal, en el ser humano, evolucionaba en el desarrollo del niño. Todo empezaba como Narcisismo primario, en el que el niño se siente en un estado ideal de perfección, seguido del Self grandioso arcaico (exhibicionista), en el que el niño ya ha experimentado frustraciones (por fallos en el cuidado materno, por ejemplo) pero compensa creyéndose perfecto y comportándose como tal, y luego, al comprobar en la realidad que no lo es, asignándole tal cualidad de perfección a un objeto-self que pasa a ser un objeto-self omnipotente y admirado: la Imagen Parental Idealizada. Ahora el niño vivencia su realidad de esta manera: “no soy perfecto, pero él (o ella) – la Imagen Parental Idealizada- sí lo es, y yo tengo algo de su perfección, pues estoy relacionado con ella” (por ejemplo, el hecho de ser hijo de la Imagen Parental Idealizada “padre” lo hace tener algo de su perfección); asimismo vivencia “si ese ser perfecto me presta atención, es porque soy muy especial”. Y luego, poco a poco, irá abandonando esas fantasías grandiosas y haciéndose conciente de su realidad.

De este modo, en la medida en que el exhibicionismo y la omnipotencia son progresivamente dejados a un lado, y el niño va aceptando su realidad, sus limitaciones y capacidades reales, y va abandonando sus fantasías grandiosas (remplazándolas por metas más realistas y egosintónicas), el niño va moldeando un Self real, un Self nuclear, cada vez más cohesionado en la medida en que va madurando.

Para Kohut, las Imágenes Parentales Idealizadas se integran en el Polo de los Ideales, y los objetos-self en el Polo de las Ambiciones, si el anterior proceso de desarrollo ha seguido su curso normal, y esto va configurando un Narcisismo sano. Por Narcisismo sano se entiende: 1) la transformación de estructuras narcisistas (por ejemplo, el self grandioso arcaico) y su integración en la personalidad, 2) el fortalecimiento de ideales y definición de metas egosintónicas y realistas, y 3) un narcisismo que permita el sentido del humor, la creatividad, la empatía, el conocimiento, la aceptación del propio cuerpo, la aceptación de los propios defectos y la propia finitud (la propia muerte).
En el Trastorno Narcisista el self grandioso no se funde (no se integra) con el Self real: queda retenido, como un quiste, en su forma arcaica. Esto se produce cuando en el proceso de desarrollo del narcisismo arriba expuesto los padres no dan una respuesta empática (no confirman) los sentimientos de grandiosidad del niño, bien sea porque hubo insuficiencia de respuestas parentales (por ejemplo, en una madre ensimismada, que no responde a los requerimientos del niño) o si se falla en dichas respuestas (por ejemplo, cuando el padre no responde a las necesidades del niño, sino a sus propias necesidades).

Asimismo, en el Trastorno Narcisista la Imagen Parental Idealizada es anormal. Por ejemplo, si el niño experimenta frustraciones de parte del adulto al que admira, en un nivel intolerable para su psiquismo, dicha Imagen Parental Idealizada queda retenida de manera inalterada (de nuevo, valga la comparación con un quiste dentro del self), no hay integración con el Self real. Es decir, seguirá siendo un objeto-self arcaico, una estructura no integrada, escindida, enquistada, que no se convertirá en estructura reguladora de tensiones y, en cambio, será vivenciada por el sujeto como amenazante.

Resumiendo, en el Trastorno Narcisista de la Personalidad, nos encontramos con una perturbación del self dada por: 1) el defecto en la integración de objetos-self arcaicos y self grandioso arcaico en el self real (self nuclear, en la nomenclatura de Daniel Stern), 2) la falla en la integración de las relaciones objetales primitivas (al fallar el mecanismo de integración transmutadora) al self real (self nuclear). Estos elementos (“estructuras”, en la jerga de Kohut) permanecen entonces escindidas, enquistadas, no integradas, y son cargadas de libido narcisista, y producen un desarrollo defectuoso del self.

El paciente con Trastorno Narcisista de la Personalidad sí ha logrado un self cohesivo, por eso no hay amenaza de desintegración (como sí la hay en pacientes fronterizos – con Trastorno Límite o Emocionalmente Inestable de la Personalidad, o en pacientes pre-psicóticos). Lo que sí hay es una integración incompleta (tanto de objetos-self arcaicos como del self arcaico y las Imágenes Parentales Idealizadas), que produce vulnerabilidad en el self de los pacientes narcisos, y esta vulnerabilidad es el origen de su angustia, de su malestar, de su incapacidad de regular la autoestima y mantenerla en niveles normales.

De la incapacidad para regular y modular la autoestima de los pacientes con Trastorno Narcisista de la Personalidad derivan sentimientos de vacío y depresión sutiles, vivencias de fracaso existencial, sensaciones de falta de autenticidad en ellos. Y Kohut hace hincapié en que dichos sentimientos y vivencias tienden a aliviarse – a disminuir su intensidad- si se establece la transferencia narcisista con el terapeuta, y se intensifican si se perturba la relación con el analista).

A partir de su vasta experiencia clínica, el doctor Kohut realizó el constructo teórico de las formas de transferencia narcisista, o sea, de los Estilos de Transferencia de las Personalidades Narcisísticas, divididas en dos grandes grupos, a saber: a) Transferencia Idealizadora y b) Transferencia en Espejo (ésta última con subtipos: Transferencia en Espejo Funcional, Transferencia en Espejo Gemelar y Transferencia en Espejo de tipo Espejeador, también llamada Transferencia en Espejo propiamente dicha).

En la Transferencia Idealizadora el analista es vivenciado por el paciente como un objeto-self proveedor de autoestima, es idealizado narcisísticamente al punto de ser convertido por el paciente en depositario de sus fantasías narcisísticas, visto por el paciente como dueño de conocimiento ilimitado, como poseedor de perfección, como eximio representante del ideal moral-científico-estético del paciente. Asimismo, el paciente busca unirse a él. Y el paciente experimenta con gran frustración el “alejamiento” del analista (por ejemplo, si se le cancela una sesión)

En la Transferencia en Espejo, durante el proceso analítico se reactiva el self grandioso del paciente, y hay dificultad por parte del paciente para establecer la diferencia entre su propio ser y el del analista (falla la diferenciación Yo – No Yo). Como bien señala Kohut, entre más primitivo e inmaduro el psiquismo del paciente, habrá menor diferenciación Yo – No Yo y menos se percibirá al analista como alguien distinto.

En la Transferencia en Espejo de tipo Funcional, el analista es vivenciado por el paciente como extensión de su self grandioso arcaico y, por ende, el paciente le considera portador de su propia grandiosidad y exhibicionismo.

En la Transferencia en Espejo de tipo Gemelar, el paciente asume que el analista es igual a él, incluso en su constitución psicológica.

En la Transferencia en Espejo propiamente dicha, el analista es vivido como alguien diferente sólo aceptado si satisface las necesidades del self grandioso del paciente. Así, el paciente espera encontrar en el analista lo que no obtuvo de sus objetos-self primarios (usualmente, sus padres): miradas de admiración, respuestas que confirmen su exhibicionismo. Si no es gratificado de esta manera por el analista, se siente frustrado una vez más y puede expresar rabia, incluso franca animadversión.

Para finalizar, me gustaría invitar al lector a ir más allá de este simple bosquejo, a buscar, leer, releer y disfrutar este autor tan interesante, por desgracia poco conocido en nuestro medio, cuya fecunda obra espera aún ser ampliada.

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE LAS POLÍTICAS EN SALUD MENTAL EN COLOMBIA


David Alberto Campos Vargas, MD*

Con la figura de Carlos Lleras Restrepo (1966-1970) inician las acciones encaminadas a mejorar las condiciones de salud mental en Colombia. Uno de los grandes estadistas colombianos de todos los tiempos, Lleras Restrepo ejerció una presidencia impecable, al frente de un gobierno de coalición liberal-conservadora, en el marco de los lineamientos hechos por Laureano Gómez Castro y Alberto Lleras Camargo en Sitges y Benidorm (los pactos que habían dado origen al llamado Frente Nacional)

Entre los objetivos del Frente Nacional estaba justamente el de cerrar las heridas dejadas por la violencia liberal-conservadora, acentuada a niveles de barbarie desde el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán en 1948, pero realmente mucho más antigua (sirvan de referente la Guerra de los Mil Días o las múltiples guerras civiles en el siglo XIX). Aunque fue un radical del Liberalismo en su juventud, el Presidente Lleras asumió con decoro y compromiso su mandato “frentenacionalista”. De ahí que permitiera el co-gobierno entre Liberalismo y Conservatismo, tal como lo habían hecho Alberto Lleras Camargo y Guillermo León Valencia (hijo del recordado poeta y también estadista Guillermo Valencia), sus predecesores, y como lo haría su sucesor, Misael Pastrana Borrero.

Como economista y hombre instruido, Carlos Lleras se propuso un liderazgo “técnico”, encaminado a la recuperación económica, a la estabilización social y a las reformas sociales y agrarias que Colombia requería en el momento. Fue tal vez el primer político genuinamente preocupado por mejorar las condiciones de salud mental de la población, atacando los problemas básicos subyacentes a las condiciones de subdesarrollo, combatiendo en varios flancos, a saber: a) Política de estabilidad: continuando con la distensión y el desarme propuesto por su antecesor, Guillermo León Valencia (conocido como “El Presidente de la Paz”), y a la vez asegurando la paridad entre liberales y conservadores en cuanto a representación burocrática y porcentaje de funcionarios; b) Expansión económica estable, sin sobresaltos, manejando los fenómenos inflacionarios y adecuando a Colombia a los requerimientos del Banco Mundial; c) Créditos agrícolas, para favorecer al campesinado (aún golpeado por la barbarie de la violencia partidista, aquejado por pobreza y desfavorecido a la hora de acceder a servicios de salud); d) Lucha contra el desempleo (teniendo en cuenta la alta tasa de desplazamiento del campo a la urbe, en gran parte motivada por la Violencia), e)Disminución en tasa de mortalidad.

Como él mismo anotara, la clave estaba en “Armonizar la población y fortalecer las metrópolis en equilibrio…mejorar las condiciones de vida de los migrantes y favorecer su asentamiento definitivo”. De ahí su interés en la actitud conciliadora entre liberales y conservadores, y su firme lucha en pro del campesinado. Fue el primero en crear Programas materno-infantiles claros, así como Servicios médicos de planificación familiar.

De otro lado, permitió la estructuración de Movimientos de Acción Comunal y Organización Campesina, que su sucesor, Misael Pastrana Borrero (1970-1974) habría de seguir apoyando. Pastrana hizo suyos los objetivos de Lleras con respecto a la población rural, creó la Caja Agraria y se dedicó a labores de fomento y asistencia al campesino.

Con su carisma y condición humana, Pastrana Borrero encarnó el deseo de paz de los colombianos al inicio de la década del 70. Sus intenciones eran claras: “Requerimos de un Frente Social que integre a una Colombia dividida…una marcha solidaria para el progreso común, una movilización de todo el país contra la miseria, la ignorancia, la enfermedad, el desempleo y la tristeza…el desarrollo económico no puede divorciarse del desarrollo social, de permitir que las masas logren su superación como grupo social”.

Pastrana planteó su plan de manera clara y sencilla: “Las Cuatro Estrategias”, y una de ellas, la del Bienestar Social, permitió acciones que, aunque de manera tangencial, estuvieron encaminadas a mejorar las condiciones de salud mental de los colombianos:

 Aumento de la expectativa de vida
 Estímulos para evitar la fuga de cerebros
 Participación de la mujer en actividades económicas, por medio de la “creación de mecanismos para ofrecer igualdad de oportunidades a la mujer en la vida socioeconómica y política”.

Como él mismo dijera en una de sus proclamas: “Se requiere un renacimiento, un volver a crear la existencia. Un pueblo alegre es un pueblo con vocación para el encuentro de un venturoso porvenir”.

Las elecciones de 1974 fueron una interesante lidia entre tres hijos de ex gobernantes (“los Delfines”): Alfonso López Michelsen (hijo de Alfonso López Pumarejo), Alvaro Gómez Hurtado (hijo de Laureano Gómez Castro), Maria Eugenia Rojas (hija del dictador Gustavo Rojas Pinilla). Al final se impuso López Michelsen, quien le apostó a un gobierno de inspiración socialista, sustentado en la facción liberal “de avanzada”: el Movimiento Revolucionario Liberal.

Dentro de las preocupaciones de López estaban las precarias condiciones de la infancia colombiana (60% de los niños presentaba desnutrición), por lo que creó el Plan Nacional de Alimentación y Nutrición, PAN. Estaba convencido que un buen desarrollo mental requería del aporte proteico adecuado. Por medio de la Ley 27 de 1974 creó los Centros de Atención Integral al Preescolar. Asimismo, su interés en la construcción de acueductos y alcantarillados fue clave en la mejoría de las condiciones de salud de los colombianos.

Asimismo diseñó un Programa de “Promotoras Rurales de Salud”, encaminado a la prestación de servicios de salud, enfocado en la mujer y la infancia. Su objetivo era “disminuir la brecha entre población rural y urbana en cuanto a servicios de salud”: no en vano el eslogan de su gobierno fue “Para cerrar la brecha”.

Igual que Pastrana, López estaba decidido a aumentar la capacidad hospitalaria y la creación de servicios de salud, aumentar personal paramédico y auxiliar, y consiguió la aprobación de la Ley de transferencias de fondos de ventas de licores y loterías a Hospitales.

Amigo de López y representante del Liberalismo oficial, Julio César Turbay Ayala accedió a la Presidencia en 1978. Dado el problema de la cobertura de los servicios de salud, aún precaria, apoyó la creación de Cajas de Compensación “para aumentar la cobertura que no logre el ISS” y la vinculación masiva de trabajadores a dichas Cajas de Compensación. Asimismo continuó la batalla de López encaminada a reducir desnutrición materno-infantil en Colombia, y dio forma a una Política Nacional de Atención al Menor.

Con un estilo claramente opuesto al de su beligerante padre, Alvaro Gómez Hurtado optó por una propuesta conciliadora y prudente. Desde el Senado y los medios de comunicación (El Siglo, El Nuevo Siglo, Noticiero 24 Horas) fue un impulsor de la Educación en Colombia. Su lema, “Educación para el trabajo”, acaso explique el inusitado apoyo electoral a un conservador, por parte de las clases populares. Programas intensivos de educación no formal, con utilización de la radio y “Escuelas Campesinas”, permitieron a buena parte del proletariado salir del analfabetismo y acceder a educación básica. Asimismo Gómez Hurtado planteó Ejecutar programas educativos para minorías (propuesta sólo escuchada una década después) y “programas educativos especiales para niños con problemas de aprendizaje”. Pero para sorpresa de muchos, fue derrotado en las primarias del conservatismo por un precandidato sui generis, Belisario Betancur Cuartas.

El Partido Liberal se presentó a las elecciones de 1982 dividido. Por un lado, jóvenes figuras del Nuevo Liberalismo (entre ellas Rodrigo Lara Bonilla, que sería nombrado Ministro de Justicia por Betancur) apoyando al abogado Luis Carlos Galán Sarmiento. Por el otro, los “cacaos” del liberalismo, con la maquinaria y el apoyo del gobierno saliente, a favor de el ex presidente López Michelsen. Con su oratoria y novedoso estilo, Betancur Cuartas se impuso electoralmente.

Pese a los reveses (toma del Palacio de Justicia por el M-19, escalonamiento del narcoterrorismo, desastre de Armero), el gobierno de Betancur parece haber tenido las mejores intenciones. Buscó la integración con varias facciones del Partido Liberal: el ex presidente Lleras, el galanismo, algunos turbayistas disidentes. Asimismo con Gómez Hurtado, quien como Primer Designado y Senador, fue clave en la concreción de sus políticas del Sistema Nacional de Educación: a) Campaña de Instrucción Nacional, CAMINA, englobando iniciativas en Educación formal y no formal; b) la creación de Colciencias, Colcultura y Coldeportes; c) la creación de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia.

A Betancur le gustaba hablar de “mayores oportunidades para la superación humana” y en su discurso, tejido hábilmente (“socialdemócrata para los liberales, democristiano para los conservadores” como apuntó alguna vez el maestro Germán Arciniegas, también poeta y estadista), hizo siempre énfasis en “la familia y la comunidad”, aún sin salir del asistencialismo latinoamericano típico, pero también con visos de desarrollismo (acaso por influencia de Álvaro Gómez).

No hay que desconocer los esfuerzos “pacificadores” de Betancur. Sus medidas a veces eran meramente simbólicas (sus famosas “palomas de la paz” pintadas a lo largo y ancho de Colombia), otras veces pragmáticas (diálogos de paz con las guerrillas), en ocasiones técnicas (Comisión Nacional para la Prevención del Delito). Lo triste es que terminaron siendo insuficientes para el caos y el grado de descomposición social que aquejaban a Colombia. Es una triste ironía que justamente Lara Bonilla, su Ministro de Justicia, terminara siendo víctima del Cartel de Medellín, aunque hubiera alcanzado a una reestructuración del Ministerio de Justicia y del Instituto Nacional de Medicina Legal sin precedentes, al establecimiento de la Ley de Extradición y al aumento de juzgados, jueces especializados y jueces de instrucción criminal.

Al final de su gobierno, la cobertura de los servicios sanitarios logró pasar del 50 al 70%, y su afán por “el acceso de los colombianos al agua potable” encontró eco en el ingeniero Virgilio Barco Vargas, veterano de las huestes del liberalismo, quien se sobrepuso a Alvaro Gómez en los comicios de 1986.

Entre los logros de Barco en el campo de la salud destaca Programa de Salud Básica para Todos, que logró ampliar la cobertura (del 70 al 80%), el aumento de camas hospitalarias y numerosas obras civiles y dotación de equipos. Sin embargo, los programas de salud comunitaria, de nutrición materno-infantil, de educación y promoción de la Salud se vieron seriamente restringidos, dado que el énfasis del gobierno de Barco estuvo en el acercamiento económico y militar a Estados Unidos, la guerra contra el narcotráfico y la preparación para la Apertura Económica que se avecinaba.

En ese ambiente enrarecido, la propuesta de Luis Carlos Galán Sarmiento acaparaba el favoritismo de la mayoría de votantes. Como Lara, era un ícono de la integridad política y de la lucha frontal contra el narcotráfico. Asimismo era un símbolo de las nuevas generaciones, un outsider que se había labrado un nombre a pulso, con un estilo gustador, a medio camino entre Gaitán y Lleras. Muchos daban por sentada su victoria. El asesinato de Pardo Leal había debilitado notablemente a la Unión Patriótica, y Álvaro Gómez Hurtado, pese a su osada propuesta suprapartidista (el Movimiento de Salvación Nacional, una colcha de retazos en la que cabían antiguos laureanistas y pastranistas, liberales católicos, universitarios, izquierdistas rezagados y hasta indigenistas), se encontraba muy lejos en las encuestas.

Todo el sueño se vino abajo con el asesinato de Galán, que coronaba la campaña presidencial más sangrienta de la historia (con otros candidatos asesinados: Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo). La designación de César Gaviria como su sucesor le mermó fuerza a la campaña, pero esos votos tampoco engrosaron el Movimiento de Salvación Nacional: en medio de la desilusión popular, “el galanismo sin Galán” llegó al gobierno en 1990.

La presidencia de César Gaviria Trujillo (1990-1994) estuvo encaminada a lo que el mismo Gaviria llamó “La Revolución Pacífica”, y los medios y la ciudadanía, jocosamente, “El Revolcón”. Empezó por nombrar Ministro de Defensa a un civil (hábil y necesaria maniobra, máxime en América Latina, donde se fraguan golpes de Estado con facilidad), y de ahí en adelante a una camada de jóvenes profesionales, incluso desconocidos en política (el famoso “Kinder” de Ministros), convocó a una Asamblea Nacional Constituyente y anunció de manera altisonante: “Bienvenidos al Futuro”.

La Asamblea Nacional Constituyente fue una aventura en la que los diversos sectores sociales participaron llenos de ilusión. Con representación de los tres partidos más fuertes del momento (Horacio Serpa por el Liberal, Álvaro Gómez por el Conservador, Antonio Navarro por el M-19, movimiento que había abandonado la lucha armada pocos años antes), su producto final, la Constitución de 1991, resultó ser un avance ideológico (aunque, por desgracia, un proyecto que aún espera ser concretado en la vida real). En dicha Constitución, queda establecido que “La salud mental hace parte de todos los ámbitos del quehacer nacional” y que la salud mental afecta de manera relevante la vida presente y futura de los colombianos.

La Constitución de 1991 deja en claro la nueva concepción: la Salud Mental desde una perspectiva de DERECHO, más que de atención. En su Artículo 49 queda establecido que la atención de la salud y el saneamiento ambiental son servicios públicos a cargo del Estado, y que el Estado debe garantizar el acceso a los servicios de promoción, protección y recuperación de la salud

Durante el gobierno de Gaviria también se crearon los Fondos de Cesantías y Pensiones, el nuevo Código del Trabajo, se dio impulso a la Etnoeducación y profesionalización de indígenas, y se continuó focalizando la educación en la mujer bajo la premisa de que “mayor educación para las mujeres representa familias de menor tamaño y niños más saludables y mejor nutridos”.

Sin embargo, la Constitución requería una reforma de todo el sistema sanitario nacional. Surge así, en 1993, la Ley 100 (Sistema General de Seguridad Social en Salud). Dicha ley, concebida en buena parte por Juan Luis Londoño de la Cuesta (Ministro de Salud), ratificada por Luis Fernando Ramírez (Ministro del Trabajo) y el presidente Gaviria, iba en la misma línea que la Constitución ideada por Gómez Hurtado y el resto de la Asamblea Nacional Constituyente. Se trataba del “Bienestar de individuos, familias y colectivos”.

Antes de la Ley 100 del 93, los servicios sanitarios eran dependientes de Ministerio de Salud. Después de la Ley 100, servicios de salud adquieren independencia del Estado y quedan sometidos a “lógica del mercado” en la que deben garantizar su viabilidad financiera y autosostenibilidad. Y esto, obviamente, cobija a los servicios en salud mental.

Los Principios de Ley 100 (Equidad, Solidaridad, Obligatoriedad, Protección integral, Calidad, Participación social), sin embargo, aún esperan ser concretados: como de tantas leyes en Colombia, bien se puede decir de ésta que “del dicho al hecho hay mucho trecho”.

En 1994 fue elegido Ernesto Samper Pizano, que había sido anteriormente Ministro de Desarrollo, con una tenue ventaja sobre Andrés Pastrana Arango. Tan pronto se hicieron patentes los nexos de su campaña con el Cartel de Cali empezó a cuestionarse la legitimidad de su mandato. La espiral de acusaciones a su gobierno determinó la renuncia de su vicepresidente (Humberto De la Calle) y de su Ministro de Defensa (Fernando Botero) y una apertura de investigación al mismo presidente (el llamado “proceso 8000”). La crisis de gobierno se fue haciendo inmanejable, las huelgas y el descontento popular, y las duras críticas surgidas desde la oposición, prácticamente impidieron el ejercicio de Samper, quien a duras penas pudo mantenerse en el poder, en medio de una franca polarización de la ciudadanía.

Tras el asesinato de Alvaro Gómez Hurtado (todavía en investigación), la otra cabeza visible de la oposición, Andrés Pastrana Arango, venció en las elecciones de 1998, sobrepasando a Horacio Serpa Uribe, ex ministro de Samper, también salpicado por los escándalos y la impopularidad del presidente saliente. En 1998 se instauró la Política Nacional de Salud Mental: un hito en la historia de la salud mental del país, en la que se propuso, por primera vez, una metodología de planeación y unos lineamientos claros, con objetivos concretos (un avance en comparación con los esfuerzos aislados de los gobiernos anteriores), asimismo con la meta de desarrollar Políticas regionales de salud mental y con medidas de corte “europeo” como la creación de Asociaciones de personas con enfermedades mentales o de sus familiares.

Luego vino la Ley 715 de 2001, que concebía las actividades de promoción y prevención a través de PAB (Plan de Atención Básica), la nueva herramienta para destinación de recursos. Sin embargo, el énfasis del gobierno de Pastrana Arango en el fracasado “proceso de paz” con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el ambiente de inestabilidad y crisis nacional dado por el terrorismo a gran escala practicado por ésta y otras organizaciones guerrilleras, así como la expansión de la violencia paramilitar en todo el territorio nacional, determinaron en gran parte su impopularidad. A diferencia de su padre (Misael Pastrana Borrero), Andrés Pastrana dejó el poder con un alto índice de desaprobación: su presidencia sería recordada como una de las peores en la historia de Colombia.

En 2002, ante la alarmante situación de inseguridad y la patente debilidad del Estado para contener a los grupos al margen de la ley, la figura de Álvaro Uribe Vélez emerge como “salvadora”. Su estilo, de centro-derecha (pese a su pertenencia al Partido Liberal), sus planteamientos de “Seguridad Democrática” y su firme aversión a los grupos guerrilleros llegan “en el momento justo” y los votantes lo apoyan en masa: 54% de los votos y una fácil victoria en primera vuelta, sobre políticos de mayor trayectoria como Horacio Serpa y Noemí Sanín. Enseguida, los esfuerzos de Uribe se centran en el rearme y la reorganización de las fuerzas militares y una política de confrontación con los grupos subversivos, que le aseguran su popularidad. Asimismo, establece un sistema de “Estado Comunitario” de corte fascista, con algunos ingredientes de “populismo latinoamericano” (focalización de las políticas de desarrollo, asistencialismo y paternalismo de Estado), en el que la figura del presidente destaca por su austeridad y “acercamiento al pueblo” con Consejos Comunitarios y actividades de cabildeo incluso en zonas apartadas del país.

La imagen de “hombre fuerte” de Uribe, sus logros en materia de seguridad y la percepción de la ciudadanía de tener a un líder sólido y de combate, que está para “trabajar, trabajar y trabajar” como él mismo afirma, determinan una popularidad en ascenso del presidente. Aunque no hace parte de sus prioridades de gobierno, continúa el esfuerzo por la consolidación de la Política Nacional de Salud Mental del 98, nombra a Juan Luis Londoño en la cartera de Salud e inicia la progresiva desarticulación de grupos al margen de la ley. Esta última medida queda a cargo del recién nombrado Alto Comisionado para la Paz, el psiquiatra y escritor Luis Carlos Restrepo.

Juan Luis Londoño siempre insistió en que “las condiciones de salud mental de los colombianos influyen significativamente en el desarrollo económico y social del país”, por desgracia no pudo concretar lo que tenía en mente: un trágico accidente acabó con su vida, cuando se desplazaba en avioneta, como Ministro de Protección Social en funciones. Luis Carlos Restrepo, con algo más de suerte, consiguió la desmovilización de buena parte de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), en una acción sin precedentes: cientos de militantes del paramilitarismo entregaron sus armas y se acogieron a la nueva ley de Justicia y Paz.

Aunque criticado por sus posturas derechistas y abiertamente pro-estadounidenses, el presidente Uribe se aseguró un lugar en la política de América Latina: consiguió concretar alianzas militares y económicas clave y el apoyo de varias naciones al proceso de negociación con las fuerzas subversivas. Asimismo, supo maniobrar hábilmente para modificar la Constitución y abrirse camino a la reelección. Con un amplio apoyo ciudadano, una inmensa maquinaria política a su favor, y la idea de continuar su política de “Seguridad Democrática” y su guerra a muerte contra la guerrilla, arrasó en las votaciones de 2006. El fenómeno del “uribismo” estaba alcanzando niveles nunca antes sospechados: 72% de aprobación al interior del país y la imagen de estadista “diligente y correcto” ante la opinión internacional, no obstante las fuertes críticas relacionadas con la violación de Derechos Humanos en algunos países europeos.

La labor de Luis Carlos Restrepo, una vez casi completa la desmovilización de las AUC, se encontró con otro escollo: la creación de nuevos grupos de paramilitarismo y ultraderecha, como las “Aguilas Negras”. Asimismo, con la desaprobación de su gestión por parte de la oposición (en especial del Polo Democrático Alternativo) y el apoyo cada vez más restringido de parte del propio Uribe, terminó siendo una golondrina que no hizo verano.

Surge entonces la propuesta de Política Nacional del Campo de la Salud Mental por parte de miembros de la propia Asociación Colombiana de Psiquiatría (Cecilia de Santacruz, Carlos Iván Molina, Deyanira Ortiz, Sara Ardila, José Posada, Jorge McDouall, Maria Cristina de Taborda), quienes enfatizan en la Salud Mental en términos de capital global y advierten sobre el peligro del no intervenir, como nación, en la búsqueda de la Salud Mental (crecimiento limitado de nuestro capital global, impedimiento de condiciones de convivencia y condiciones de vida adecuadas, perpetuación de las situaciones negativas que aquejan al país).

En esta propuesta, se pasa a entender la Salud Mental como fuerza transformadora, que contribuye a la solución de los problemas del país (conflicto armado, deterioro de condiciones sociales, pobreza, sufrimiento, discapacidad, etc.). Es decir, pasar de la salud mental entendida a la atención de los trastornos mentales a la salud mental entendida como posibilidad de bienestar emocional de los colombianos

Los ejes de dicha Política son:

 Desarrollo
 Derechos humanos
 Inclusión
 Noción de capital global

Entendiéndose por Capital Global todas las riquezas económicas, sociales, culturales y simbólicas. Así, en esta nueva propuesta, los ciudadanos debemos promover noción de salud mental amplia (trascendiendo la enfermedad y al sector salud) y sus implicaciones sociales. La Salud Mental pasa a ser un campo complejo, que vincula salud, enfermedad, problemas, resistencias y acomodaciones, diversas formas de bienestar/malestar emocional y de relación de los ciudadanos: deja de ser un espacio limitado a la asistencia sanitaria de patologías psiquiátricas.

Ya se había sentado un precedente con la Ley 1122 de 2007, en la que se consigna que todo Plan de Salud Pública debe incluir acciones orientadas a la promoción de la salud mental, el tratamiento de los trastornos de mayor prevalencia y a la prevención de la violencia, el maltrato, la drogadicción y el suicidio. Sin embargo, en la nueva propuesta, se especifica que “se puede carecer de salud mental sin tener una patología mental” y que, en realidad, la Salud Mental debe ser percibida como un bien colectivo e individual, de naturaleza simbólica, emocional y relacional, deseable en tanto que contribuye al desarrollo humano y social y genera capital global (social, cultural, simbólico, económico) y hace posible el reconocimiento, la garantía, el ejercicio y la restitución de derechos.

Así, la Salud Mental sería una fuerza transformadora, capaz de modificar condiciones y situaciones de vida a partir de acciones orientadas a incrementar el capital global y el desarrollo humano y social, el respeto a los derechos individuales, familiares, comunitarios. Con ello, contribuiría a logros sociales como: a) la edificación de una sociedad equitativa e incluyente, b) el logro de una existencia digna para cada colombiano, c) el logro de una participación ciudadana plena, d) el uso adecuado (y el cuidado) de bienes y servicios sociales y e) el logro del acceso a medios de producción y desarrollo. Sin embargo, en un país todavía polarizado, cuyos “actores de conflicto” insisten en atrincherarse en posiciones fanáticas y violentas, esto no pasa de ser utópico.

La situación actual dista mucho del ideal: el gobierno de Uribe se prepara para una eventual segunda reelección, y todo su interés está enfocado en la continuación de la guerra y la instauración de un Estado de derecha en el pleno sentido de la palabra. La ciudadanía aún no se reconoce como sujeto de derechos y deberes, y continúa en su letargo regresivo, infantilizado, políticamente inmaduro (obviamente favorecido por el paternalismo uribista). No se garantizar los Derechos Humanos, por lo que no se garantizan condiciones adecuadas para la salud mental. Continúan los fenómenos de exclusión social, abono para el surgimiento de problemas de salud mental. Continúan las situaciones que alteran la salud mental de los colombianos: pobreza, guerra, migración, marginación, falta de educación, delincuencia, inequidades.

Los enfermos mentales siguen en situación precaria, de vulnerabilidad social: tienen escasa representatividad, todavía son estigmatizados y ocupan buena parte de “la base de la pirámide” a nivel económico, persiste en la opinión pública la idea de que son “violentos e impredecibles” y son víctimas del fenómeno de “deriva social” que los afecta laboral y socialmente.

Asimismo, es alarmante la inequidad en la distribución del ingreso en Colombia: la brecha entre ricos y pobres es enorme, con un coeficiente de Gini de 0,584. 46% de los colombianos vive en condiciones de Pobreza (y de ellos, un 50% en condiciones de indigencia). 27,63% de los colombianos tiene sus necesidades básicas insatisfechas. Y el desempeño populista de Uribe no alcanza a cubrir siquiera un porcentaje mínimo de dicha población; es más, muchas veces las ayudas estatales (por ejemplo, las representadas por “Familias en Acción”) son viciadas en su asignación. Pero de ello no es responsable solamente Uribe: también ha sido error de Pastrana y su empeño en favorecer los grandes conglomerados económicos, un error de Samper el haber permitido la privatización de muchas empresas y el haber descuidado a la población campesina colombiana, un error de Gaviria el haber lanzado al país a una Apertura Económica sin medir las consecuencias, un error de Barco haber gobernado como títere de Estados Unidos. Y, si continuamos hacia atrás, la cadena sería larga, indignante: se remontaría hasta el mismo Francisco de Paula Santander y sus préstamos a banqueros ingleses, que inauguraron la deuda externa de nuestra agobiada República.

Otro problema es el de la migración. 20% de la población colombiana migra, la mitad al extranjero. Las causas más frecuentes: pobreza y violencia. Colombia es el 2º país en número de desplazados en el mundo, y dicho desplazamiento forzado no es más que la expresión de la barbarie de la guerra, de la intolerancia, y va unido al sufrimiento emocional de millones de conciudadanos. La violencia armada trae costos para el país equivalentes al 7,4% del Producto Interno Bruto.

Y está el otro tipo de violencia: además de las atrocidades cometidas por ejércitos al margen de la ley, está la violencia menos espectacular pero igual de dañina: la de la negación del otro, la de la falta de empatía y solidaridad, la que conduce al fanatismo homicida y al desconocimiento del prójimo, a la polarización, a la insensibilidad frente a necesidades y sufrimientos de los demás, a la pérdida del sentido solidario. Esa violencia que nos mantiene en el atraso, en la ignorancia, en la infelicidad, y se nutre de ellas también. Esa violencia que acarrea la pérdida de la esperanza. Y sin esperanza, ¿cómo podremos avanzar?

Para recobrar la esperanza, y marchar hacia la Salud Mental, debemos trabajar unidos, como colectividad, como nación, hacia el camino de la paz, el desarrollo humano, el bienestar: un esfuerzo mancomunado en aras del incremento de nuestro capital global, de nuestro progreso. Se requiere para ello una plena participación social, con redes comunitarias eficientes, mejorar la nutrición y la vivienda, mejorar el acceso a la educación, reducir y ojalá erradicar la inseguridad y la violencia armada, apostarle firmemente a la erradicación de la intolerancia y el desconocimiento del prójimo, mejorar la situación económica del país.

Esto implica de antemano comprender que las condiciones de salud mental afectan los capitales sociales, simbólicos, culturales y económicos de la nación, y a su vez es el reflejo de ellos. Por eso se requiere modificar creencias que mantienen la violencia, mejorar las interacciones y relaciones familiares y sociales, jugársela por la inclusión y vinculación de toda la ciudadanía, permitir la expresión de las múltiples iniciativas que apunten al desarrollo humano, al mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos, a la formación de la ciudadanía y al establecimiento de relaciones solidarias.

Es decir, se requiere integralidad, sinergia y conjunción de esfuerzos, intervenciones diversas en diferentes planos sociales: todas las acciones necesarias para garantizar los derechos de toda la población de manera permanente y sostenible, mitigar los impactos psicosociales ocasionados por el conflicto y el desplazamiento, mejorar el bienestar social y la calidad de vida de la población. Como señalan los ponentes del nuevo proyecto de Política en Salud Mental (Santacruz, Molina, Ortiz, Ardila, Posada, McDouall, de Taborda): “Que las personan se encuentren bien donde viven, accedan a los servicios que necesitan y se desempeñen en las actividades que prefieran, y alcancen el desarrollo pleno de su autonomía y dignidad”.

* Médico y Cirujano, Pontificia Univesidad Javeriana
Diplomado en Neuropsicología, Universidad de Valparaíso
Diplomado en Neuropsiquiatría, Univesidad Católica de Chile
Residente de Psiquiatría, Pontificia Universidad Javeriana

AGRADECIMIENTOS

A mis maestros, los Doctores Cecilia Escudero de Santacruz y Andrés Duarte Osorio

REFERENCIAS

1. Andrade, F. Ricardo, Liberación de Álvaro Gómez Hurtado. Bogotá, 1989
2. Colombia, una visión prospectiva. Memorias. Pontificia Universidad Javeriana, 1992
3. Marañón, M. Peña, M. Colombia: Historia y Geografía. Bogotá, 1985
4. Montenegro, A. Marañón, M. Historia Americana. Bogotá, 1978
5. Moreno, D. Misael Pastrana Borrero. Neiva, 1997
6. Naranjo, V. Teoría constitucional e Instituciones Políticas. 1994
7. Santacruz, C. Molina, C. Ortiz, D. Ardila, S. Posada, J. McDouall, J. de Taborda, M. Política del campo de la Salud Mental. Bogotá, 2008
8. Uprimmy, L. Teoría del Estado

ALTERACIONES DE LA CONCIENCIA EN PSIQUIATRÍA FORENSE

David Alberto Campos Vargas, MD*



A. INTRODUCCIÓN

Como señala Paz Otero, la Medicina Legal o Forense es la aplicación de los conocimientos médicos a los problemas de justicia. Planteado, y conocido, el problema que debe dilucidar la justicia, la Medicina Legal o Forense recoge, y selecciona, el conjunto de conocimientos médicos que con la mayor propiedad sirvan para analizarlo, entenderlo, y resolverlo, y los coloca al servicio de la Ley (1). Así, el Juez, administrador de justicia, en el momento de resolver cada caso concreto, dispone de un auxilio científico que dará objetividad o al menos mayor comprensibilidad: aquí es clave la función del forense (2).

El cómo administrar dicha justicia dependerá de factores del sujeto inculpado; uno de ellos, de importancia fundamental, es el estado de conciencia del inculpado al momento de ejecutar el acto punible. Retomando al Dr Weygandt, es clave determinar si en el momento (zur Zeit) en el que se realiza dicha conducta punible, existe una perturbación mental; específicamente, una alteración del conocer (3). Esto para saber si realmente ese sujeto es inimputable (en caso de comprobarse dicha alteración del conocer, o del comprender, o de determinarse, o las tres) o si por el contrario es imputable, entendiéndose por imputabilidad la “aptitud de la persona para responder por el acto realizado” (4).

Es claro que para castigar a una persona con la imposición de una pena, se le tiene que considerar en primer lugar imputable, es decir, “debe tener un mínimo de aptitudes para responder por los actos que realice” (5). Y sólo si es imputable (si sabe lo que hace y es libre para actuar, si puede conocer, comprender y determinarse) podrá ser considerada responsable (con obligación de responder por lo que ha realizado) y sólo al ser imputable y responsable, podrá ser considerada culpable, cuando el tribunal competente declara que dicha persona es merecedora de la imposición de la pena (6)

Por esto he decidido, con interés académico, iniciar el estudio de la Conciencia y sus trastornos (Alteraciones del Conocer) desde una mirada forense.


B. PSICOPATOLOGÍA DE LA CONCIENCIA

1. CONCIENCIA - Definición

La función integradora del psiquismo, que es a la vez campo operacional del mismo. Permite unificar la totalidad de fenómenos psíquicos, permite hablar de un psiquismo unitario, pues es en la conciencia-de los distintos fenómenos de la mente, y la conciencia-con los demás fenómenos (seres, vivencias, epifenómenos) del mundo, que percibimos que somos, que somos en el mundo, que estamos en el mundo, que nos relacionamos con el resto de seres y fenómenos del mundo, y que somos parte del entramado de fenómenos que llamamos Universo (7).

La conciencia define la organización del ser, en tanto que organiza e integra funciones psicológicas, en tanto que constituye el campo operacional del psiquismo, y en tanto permite vernos a nosotros mismos, con un self propio, una identidad y una historicidad, y una unicidad que nos diferencia del resto de fenómenos del Universo, y asimismo nos relaciona, cada instante, con ellos (8).

La conciencia psicológica permite identificar como propios los fenómenos que ocurren dentro de nuestro psiquismo.

La conciencia neurológica, un concepto mucho más limitado del fenómeno Conciencia, determina el grado de alertamiento, que varía en función del espectro de apertura del campo de conciencia: de la capacidad de percibir, ser-con, pensar-en, ser y hacer como sistema inmerso en el Universo (conjunto de sistemas, cada uno de los cuales incluye seres y fenómenos propios), en un polo, al grado de ignorancia completa del Universo, en el otro polo. Y, en medio, todas las posibilidades de ser-conciente-de y ser-conciente-con el Universo (9).

Ribe (10) hace énfasis en el concepto de conciencia como capacidad de percibir y conocer, “una facultad de percepción que se basa en información directa a través de las impresiones”; conciencia plena indica, según este autor, “capacidad de comprender y utilizar esta información de manera eficaz”. Asimismo, Ribe retoma el concepto de Störring de conciencia en cuanto función que integra los datos psíquicos de tipo objetivo, intelectual y emocional en una totalidad, “relacionando el presente con el pasado y el futuro y dándoles en esta integración individuo-mundo-tiempo una significación llena de valor y sentido”

2. ALTERACIONES DE LA CONCIENCIA NEUROLÓGICA

2.1. POR EXCESO

SINDROMES DE HIPERVIGILANCIA

Anfetaminas, cocaína y otros estimulantes del Sistema Nervioso Central

2.2. POR DEFECTO

Sustancias depresoras del Sistema Nervioso Central, o injurias del Sistema Nervioso Central (hemorragia, infección, hipoxia, trauma, lesión ocupando espacio)

SOMNOLENCIA: El primer escalón en las alteraciones del estado de conciencia neurológica por defecto: el sujeto se encuentra con tendencia a quedarse dormido, pero recupera el estado de alerta fácilmente.

OBNUBILACIÓN: Descenso del grado de alertamiento en el que se encuentra adormecimiento, lentitud psicomotora, cambios electroencefalográficos

ESTUPOR: Pérdida profunda del nivel de conciencia, no hay respuesta a estímulos auditivos, hay notoria disminución de la respuesta motora (sólo se responde a estímulos dolorosos) y predominio electroencefalográfico de ondas delta.

COMA: Pérdida completa del estado de conciencia, ausencia de reflejos normales, ausencia de respuesta motora (incluso a estímulos dolorosos)

3. SINDROMES CONFUSIONALES

En ellos predomina la distorsión de la vivencia de ser-en y ser-con el Universo, hay una alteración del propio self

SINDROME CONFUSO-ONÍRICO: El sujeto puede encontrarse perplejo o angustiado dada la alteración en su orientación autopsíquica (distorsión que varía entre el no tener clara conciencia de la propia identidad hasta el angustiante caso del sujeto que no encuentra rastro de saber quién es incluso). Asimismo suelen haber alteraciones sensoperceptivas, onirismo (vivencia de que se está experimentando la realidad como si fuera un sueño), sensación de extrañeza, interpretación delirante y vivencia delirante del Universo. Si se presenta en el marco de un Delirium, pueden encontrarse huellas de lesión o enfermedad somática, diaforesis o sequedad excesivas, taqui o bradicardia, taqui o bradipnea, alteraciones en la conducta motora, alteraciones en la temperatura, etcétera.

ESTADOS CREPUSCULARES: De nuevo, hay distorsión de la conciencia en términos de confusión del Yo psíquico, del self (en tanto representación menta del sí mismo) y del Universo (vivencia de realidad alterada, en la que los demás objetos/fenómenos del mundo son percibidos de manera distorsionada o al menos inhabitual para el psiquismo del sujeto), onirismo, interpretación y vivencia delirantes del Universo, automatismos psicomotores complejos (usualmente no conscientes, por lo que el sujeto exhibe gran dificultad para recordarlos posteriormente, o de los cuales puede presentar incluso amnesia). Suelen verse en alteraciones cerebrales, el marco de lesiones ocupando espacio o crisis parciales complejas de Epilepsias del lóbulo temporal, pero también en entidades (menos frecuentes) de tipo psicógeno puro, como en Estados Crepusculares Histéricos.

4. DISMORFOFOBIA

Alteración de la conciencia del Yo corporal, en tanto se percibe de forma distorsionada el propio cuerpo.

Se puede encontrar en Anorexia Nerviosa (en la que el sujeto se percibe a sí mismo como obeso aun cuando se encuentre emaciado), en Esquizofrenia (sobretodo en la fase de Trema, en la que el sujeto puede percibir que su rostro, que su cuerpo están cambiando, y experimenta angustia ante dichos cambios, y deseo de verificación de los mismos, o de la permanencia de los rasgos anteriores a la Trema – por lo que se suele presentar con frecuencia el signo del espejo o signo de Kandinsky)

5. ASOMATOGNOSIA

Puede presentarse en el marco de alteraciones neurológicas (verbigracia, lesiones del lóbulo parietal), pero también puede ser psicógena, en el contexto de Delirios de Negación, en los cuales el sujeto vivencia la inexistencia o desaparición del propio cuerpo (Síndrome de Cotard).

6. ANOSOGNOSIA

El término puede designar dos circunstancias: a) Ausencia (parcial o total) de conciencia de enfermedad y b) Ausencia (parcial o total) de conciencia de un segmento corporal.

En tanto que ausencia de conciencia de enfermedad, puede verse en casi todos los trastornos mentales (en cuyo caso se describe, en el examen mental, el compromiso de la conciencia de enfermedad y de la introspección). En ellos, no se acepta el tener la enfermedad a pesar de las evidencias de la misma.

En tanto que ausencia de conciencia de un segmento corporal, el sujeto pierde la conciencia de dicho segmento corporal (11). Se presenta usualmente en lesiones de hemisferio cerebral derecho, sobretodo a nivel parietal, pero se han visto casos de origen puramente psicógeno, en los que el sujeto niega sistemáticamente la existencia de determinado segmento corporal.

7. MIEMBRO FANTASMA, trastorno en el que para el sujeto persiste la sensación de persistencia de un miembro amputado

8. HEAUTOSCOPIA: Trastorno de la conciencia en el que el individuo tiene la vivencia de verse desde afuera, como si fuera visto por otro.

La Heautoscopia presenta una modalidad interesante, la DEUTEROSCOPIA, en la que el sujeto se ve a sí mismo desde afuera pero se percibe corporalmente cambiado. Forma corporal, facciones, gestos percibidos, son diferentes a los del individuo, pero el individuo vivencia igualmente que se está viendo él mismo.

9. DESPERSONALIZACIÓN

Alteración de la conciencia en la que el sujeto pierde la capacidad integradora del self de la conciencia, por lo que deja de asumir sus experiencias psíquicas como propias: se altera la conciencia de su propia identidad. Así, la vivencia de los fenómenos (relacionados con su propia corporalidad, su propia vida psíquica, es decir, con su propio self, y también relacionados con su rol de ser-en-el-mundo y ser-con-el-mundo) se percibe distorsionada, como si los fenómenos experimentados por el psiquismo del sujeto pertenecieran a otro, por lo que se vivencian como no propios, como ajenos, como extraños, en ocasiones como fenómenos “automáticos” que surgen de afuera.

Puede verse en múltiples trastornos mentales, en todas las psicosis (por ejemplo, en la Esquizofrenia, en donde volveremos a encontrar con frecuencia el signo del espejo, dado que el sujeto tiene la vivencia persistente y angustiante de percibirse distinto, extraño, transfigurado o cambiado…por lo que se mira de forma reiterada y prolongada al espejo, o por el contrario elude el mirarse al espejo por el terror que le produciría el constatar el cambio y concluir que ya no es el mismo de antes), en trastornos mentales secundarios al consumo de sustancias (por ejemplo, tóxicos como LSD o mescalina), en la Bella Indiferencia (descrita clásicamente en el marco del Trastorno Histriónico de la Personalidad, pero en la actualidad más frecuente en los Trastornos de Estrés Postraumático).

10. DESREALIZACIÓN

Alteración de la conciencia en la que se altera la vivencia de ser y estar en el mundo: el Universo, sistema al que pertenece y en el que se desenvuelve el sujeto, se percibe alterado, distorsionado, cambiado: por eso se da la vivencia de que el entorno ha cambiado, en ocasiones inexplicablemente para el sujeto, pero a menudo en concordancia con su propia alteración de la prueba de realidad o su ideación delirante.

La captación del Universo (la realidad en la que el psiquismo de todo ser se desenvuelve, totalidad subjetiva y objetiva percibida como “el mundo” al que se pertenece) se distorsiona de tal manera que el individuo vivencia que el (su) Universo ya no es el mismo, y esto puede producirle angustia, extrañeza, o simplemente “confirmarle” lo que creía en el marco de su vivencia delirante.

Puede verse el SÍNDROME DE CAPGRAS, en el que el sujeto experimenta extrañeza ante personas para él antes conocidas (como amigos o familiares): las encuentra cambiadas, alteradas, extrañas. Puede incluso, si dichas personas insisten en que están relacionadas (por ejemplo, emparentadas) con el sujeto, que el enfermo las catalogue de “impostoras” y se pueda presentar agresivo con ellas.

Despersonalización y desrealización suelen verse en el contexto de las distintas formas de psicosis, en las que la prueba de realidad y el juicio del paciente se encuentran alterados (12).

C. UNA PERSPECTIVA FORENSE: LAS ALTERACIONES DEL CONOCER

Para que el psiquismo pueda dar cuenta cabal de sí mismo y del mundo objetivo, y de su ser-en-el-mundo (su mundo subjetivo) es necesario que las diferentes áreas que lo integran funcionen, de un modo ajustado a los estímulos y adaptado en las respuestas, en consonancia con las demandas internas y externas. Es decir, el organismo debe gozar de la suficiente salud para que los mecanismos neurofisiológicos que tienen relación
con las esferas cognoscitiva, afectiva y volitiva funcionen apropiadamente.

1. ALIENACIÓN MENTAL

La palabra alienado proviene del latín alienus, extraño, y alius, otro. En los textos de Psiquiatría Forense se equipara alienación mental con enajenamiento mental. Citando a Uribe Cualla, a propósito de los enajenados mentales: “individuos que llaman la atención por su modo de obrar, por su conducta que es distinta a la de las demás personas del medio. Y que precisamente por esos actos estrambóticos, raros, extraños, que ejecutan en muchas circunstancias, la sociedad se ve obligada a tomar medidas de seguridad o de prevención, no sólo en beneficio de ella misma, sino del propio alienado” (13)

El Dr Nerio Rojas, citado por Uribe Cualla, redondea: “La alienación mental consiste en el trastorno general y persistente de las funciones psíquicas, cuyas causas patológicas las ignora o no las interpreta adecuadamente el enfermo, que impide la adaptación lógica y activa a las normas del medio, sin provecho para sí mismo ni para la sociedad” (14).

Así, la alienación mental implica una alteración general, global y persistente de las funciones psíquicas. Es decir, hay una alteración integral de las funciones psíquicas (no limitándose a determinada facultad del psiquismo), y es persistente (no es algo fugaz o transitorio, como aquellos estados de obnubilación mental que se producen, por ejemplo, por embriaguez aguda).

Ya en la legislación romana se hablaba con frecuencia de dos tipos de enajenados, el furiosus (individuo agitado) y mentecaptus (enajenado mental congénito): el primero correspondería al enajenado en el que predominaba la furia, el estado de agitación; el segundo en el que había una deficiencia psíquica congénita, “debilidad mental congénita”.

2. CONFUSIÓN MENTAL y ESTADOS DE INCONSCIENCIA de ORIGEN ORGÁNICO

Pero también el Dr Uribe Cualla señala individuos por demás “normales”, que pueden exhibir alteraciones de la Conciencia por agentes externos a ellos (no constitucionales): las llamadas PSICOPATÍAS ORGÁNICAS y las PSICOPATÍAS TOXICO-INFECCIOSAS. A diferencia de la enajenación (alienación) mental, no son persistentes per se, aunque comparten con ella el hecho de la alteración global del estado de conciencia. Y a ellas adscribe un Síndrome que las engloba a ambas, Síndrome de alteración de la conciencia por excelencia: la CONFUSIÓN MENTAL.

Citemos de nuevo al Profesor Uribe Cualla: “La confusión mental está principalmente caracterizada por una imperfección y una dificulta especial en todos los procesos que constituyen la actividad psíquica del individuo”. A lo que añade “resulta de la invasión del cerebro por una toxi-infección bien sea que ella obre directamente o por medio de sus toxinas” (15)

Uribe Cualla señala además dos etapas de la misma: a) Periodo del principio y b) Periodo de estado (“comparable a un sueño de carácter morboso”, con delirios y alucinaciones “en particular las visuales…móviles, cambiantes, desordenadas, incesantes…y las de sensibilidad”, y conducta inadecuada: “…el enfermo da gritos, pide socorro, se dirige contra enemigos imaginarios, o intenta huir aterrado”).

Según Regis, se trata de: “…Un adormecimiento de la actividad psíquica superior, que puede llegar hasta su suspensión, acompañada o no de automatismo onírico delirante con reacción de la actividad general y de las diversas funciones del organismo” (16).

Weygandt engloba todo lo anterior dentro del concepto de ESTADOS DE INCONSCIENCIA: “todo cuanto puede tener cabida en esta denominación, podría caracterizarse en conjunto como perturbación patológica de la actividad mental” (17). Siguiendo a Weygandt, la conciencia normal, en condiciones de vigilia, procura al individuo un sentimiento constante de la relación entre su yo y el mundo exterior; señala asimismo que la conciencia puede alterarse de modos distintos: “Cuando se halla perturbado el sentimiento de la relación entre yo y mundo exterior, esto es, la conciencia de la propia situación, puede hablarse de perturbación de la conciencia…quedan ya incluídos, como perturbaciones patológicas de la actividad mental, los estados epilépticos e histéricos de inconsciencia…accesos, desvanecimientos (ausencias), estados crepusculares, lesiones cerebrales, inconsciencia por narcotismo, intoxicación alcohólica, formas graves de embriaguez…” (18)

Volviendo a Uribe Cualla, encontramos una descripción de Síntomas Iniciales de la Confusión Mental, a saber: empieza a fallar la actividad mental del sujeto, que en ocasiones se torna adormecido, o, por el contrario, violento; cefalea (difusa o localizada); inercia motora.

Una vez instaurado el cuadro de Confusión Mental, Uribe Cualla describe las siguientes perturbaciones, aclarando “las alteraciones, según sea la intensidad de la confusión, pueden ir del simple adormecimiento hasta la ausencia completa del pensamiento, muy semejante al coma”:

a) Dificultad de las percepciones: “El mundo exterior no es percibido con la pureza y claridad normales. Todas las impresiones sensoriales quedan oscuras por falta de identificación. El cuarto del enfermo, sus muebles, sus objetos familiares no los reconoce... Si la identificación llega a efectuarse es relajada, inexacta, siempre incierta. La percepción del organismo y de su funcionamiento sufre el mismo ataque. El confuso se encuentra extraño…”
b) Amnesia de fijación y de evocación: “Estas percepciones tan vagas se desvanecen rápidamente sin poder ser fijadas por la memoria. Algunos minutos después de haber reconocido alguna persona, el enfermo le pregunta su nombre; no sabe si su mujer le ha venido a ver por la mañana, si se ha desayunado o no. La evocación de los recuerdos y de las representaciones es igualmente relajada y sin vigor…”
c) Desorientación: “La insuficiencia de las percepciones y la amnesia dan por resultado la desorientación en el tiempo y en el espacio. Ignora las fechas, pierde la noción del tiempo, no sabe cuánto hace que se encuentra enfermo…”
d) Curso y asociación de las ideas: “El confuso suele repetir las respuestas que acaba de dar, expresa varias veces las ideas fragmentarias que le preocupan, y no puede ir más adelante…”
e) Actividad intelectual: “La actividad intelectual de estudio y juicio, está muy disminuida o suprimida totalmente…”
f) Fatiga: “…Se esbozan los esfuerzos, se principian las respuestas, pero al cabo de pocos minutos, la actividad decae”
g) Esfuerzo de adaptación: “…Hace un esfuerzo para salir de su torpeza y adaptarse al mundo exterior. Lo revela en su fisonomía y actitud: su mirada de sorpresa y de interrogación…”
h) Perturbaciones afectivas: “En lo esencial están caracterizadas por la sorpresa, la incertidumbre…”, anotando Uribe Cualla que puede oscilar desde la indiferencia (incluso con familiares y allegados) hasta la irritabilidad o la inquietud.
i) Perturbaciones de la actividad voluntaria: “…Los movimientos son lentos, mal dirigidos, dudosos: la palabra es temblorosa, mal articulada…”

El mismo Uribe Cualla cita al Profesor Chaslin y su caracterización del Síndrome Confusional: “… Relajamiento, estancamiento en la elaboración ideativa, incoherencia en las ideas, debilitamiento de la atenión y las percepciones, dificultad y errores en el reconocimiento y la memoria, en la imaginación y el juicio…desorientación en el tiempo, en el mundo exterior, en el yo personal, alteración en la emotividad y la motricidad” (19)

Aquí también podemos estar ante un cuadro de DELIRIUM (antiguamente llamado Síndrome Mental Orgánico), en el que es patente la lesión o enfermedad somática, y hallazgos como diaforesis o sequedad excesivas, taqui o bradicardia, taqui o bradipnea, alteraciones en la conducta motora, alteraciones en la temperatura, etc.

3. EMBRIAGUEZ AGUDA

3.1. EMBRIAGUEZ AGUDA NORMAL

Hoy por hoy, en Colombia, la frecuencia de utilización de sustancias psicoactivas
continúa siendo encabezada por el alcohol etílico, socialmente tolerado. El consumo más acusado se da en el altiplano cundiboyacense y en Nariño (20). En general, el país es uno de los consumidores “fuertes” de alcohol en el mundo, y es, tristemente, frecuente la asociación de alcohol y muertes violentas, y conductas delictivas en general (21).

Paz Otero (22) describe dicha embriaguez como consecuencia de la intoxicación alcohólica aguda, dependiente de la cantidad de alcohol ingerida, sin causas predisponentes, con síntomas somáticos y físicos.

Entre los primeros, vasodilatación general, taquicardia moderada, poliuria, hiperhidrosis, ataxia motora, perturbación del equilibrio, diplopía, disartria, dismetría.
Entre los segundos, Paz Otero describe tres periodos: a) De Excitación: caracterizado por euforia, agilidad mental, locuacidad, productividad intelectual, aceleración de las funciones psíquicas en general, expansión de la personalidad, “anestesia moral” con tendencia pendenciera, alegría, tristeza o llanto según el individuo, b) Perturbaciones psíquicas: torpeza intelectual, oscurecimiento de la conciencia y las funciones psíquicas en general, incoherencia del pensamiento y trastornos de coordinación y c) una fase final de sueño o estado comatoso.

3.2. EMBRIAGUEZ AGUDA PATOLÓGICA

Anota Paz Otero (23) que es independiente de la cantidad de alcohol ingerida, y hace énfasis en la “predisposición indispensable”: neurosífilis u otras infecciones del Sistema Nervioso Central, constitución psicopática, antecedente de epilepsia o trauma craneoencefálico. En ella, se describen síntomas somáticos como: rostro congestionado, mirada rígida y desorbitada, miosis, pero no hay ataxia motora ni perturbación del equilibrio. En cuanto a los síntomas psíquicos, no hay periodos especiales, se presenta de forma súbita, no hay incoherencia ni trastornos de la coordinación, la persona exhibe un rapto de “ciego furor”, con agitación, furia, impulsiones agresivas (incluyendo homicidas), pudiendo presentarse además estados crepusculares, alteraciones sensoperceptivas como ilusiones y alucinaciones, falsos reconocimientos, asimismo afecto angustiado, desesperado, y, en ocasiones, puede terminar en una crisis convulsiva.

3.3. EMBRIAGUEZ AGUDA NO ALCOHÓLICA

Es prudente señalar que no siempre la embriaguez de un sujeto depende de la ingesta de alcohol: otras sustancias (de origen vegetal, o fabricadas por el hombre) también pueden producir embriaguez aguda y configurar un cuadro de alteración del estado de conciencia.

El uso de sustancias de origen vegetal, y más recientemente el de sustancias de síntesis, ha sido una constante cultural que data prácticamente desde el comienzo de la Humanidad. Su aceptación o no dentro de la sociedad es una variable que depende del contexto cultural. De tal modo, cada sociedad ha definido en cada época cuáles son las sustancias cuyo uso es permitido y considerado “legal”, dentro de diversas actividades que pueden ser sociales ó religiosas. En nuestras sociedades indígenas sudamericanas el “mambeo” de la hoja de coca es considerado como parte integral de su cultura y no es visto como una actuación delictiva. Y en nuestra sociedad colombiana actual, se hace cada vez más frecuente el consumo de dichas sustancias, y por tanto la presencia de EMBRIAGUECES NO ALCOHÓLICAS que deben ser adecuadamente diagnosticadas.

El uso de tales sustancias se refleja en la capacidad adquisitiva de los sujetos según su estrato social (24); es más frecuente el uso de basuco en clases sociales bajas ó en grupos de indigentes, y de otro lado, el uso de sustancias de origen sintético es más
restringido, por su alto costo, a individuos de clases económicamente más pudientes.
Algunos estudiosos de este fenómeno han postulado que el futuro del uso ilegal de
drogas en el mundo es con las sustancias de síntesis química (25), porque son sustancias que tienen una acción más rápida y más potente; sin embargo, también se advierte que
producen efectos más deletéreos sobre el individuo.

La definición conceptual de la Embriaguez No Alcohólica de la Organización Mundial de la Salud señala un estado de intoxicación perjudicial tanto para el sujeto como para la sociedad, secundario al consumo de toda sustancia, natural o sintética.

Desde el punto de vista jurídico colombiano, el estatuto de estupefacientes, la Ley 30 de
1.986, en su artículo 2º, adopta la siguiente definición de droga: “Es toda sustancia que
introducida en el organismo vivo modifica sus funciones fisiológicas”. (26)

Así, puede definirse a la Embriaguez No Alcohólica como el estado de alteración de las funciones neurológicas inducido por el consumo por cualquier vía de sustancias farmacológicamente activas diferentes al alcohol etílico y que además pueden tener efectos transitorios o permanentes sobre otros órganos y sistemas y que pueden conducir a un individuo a la adicción, la dependencia o la muerte (27).

4. OTROS ESTADOS CONFUSIONALES

Otro de los orígenes de las alteraciones del conocer en Psiquiatría Forense son los demás Estados confusionales, en los que es notoria la distorsión de la vivencia de ser-en y ser-con el Universo, en los que hay una alteración del propio self (28), como el
SINDROME CONFUSO-ONÍRICO, en el cual el sujeto puede encontrarse perplejo o angustiado dada la alteración en su orientación autopsíquica, alteraciones senso-perceptivas, onirismo, sensación de extrañeza, interpretación delirante y vivencia delirante del Universo.

Asimismo los ESTADOS CREPUSCULARES, en los que hay distorsión de la conciencia en términos de confusión del Yo psíquico, del self (en tanto representación menta del sí mismo) y del Universo (vivencia de realidad alterada, en la que los demás objetos/fenómenos del mundo son percibidos de manera distorsionada o al menos inhabitual para el psiquismo del sujeto), onirismo, interpretación y vivencia delirantes del Universo, automatismos psicomotores complejos (usualmente no conscientes, por lo que el sujeto exhibe gran dificultad para recordarlos posteriormente, o de los cuales puede presentar incluso amnesia), como se evidencia en alteraciones cerebrales diversas, lesiones ocupando espacio o crisis parciales complejas de Epilepsias del lóbulo temporal, pero también en entidades (menos frecuentes) de tipo psicógeno puro, como en Estados Crepusculares Histéricos.

Con respecto a estos últimos (los Estados Crepusculares Histéricos), se los engloba dentro de los TRASTORNOS DISOCIATIVOS, caracterizados por: A) Pérdida parcial o completa de la integración normal entre ciertos recuerdos del pasado, la conciencia de la propia identidad, ciertas sensaciones inmediatas y el control de los movimientos corporales, B) Normalmente hay un grado de control consciente sobre qué recuerdos y qué sensaciones pueden ser seleccionados por la atención inmediata y sobre qué movimientos hay que llevar a cabo. Dichos trastornos tienen un claro origen psicógeno y guardan una estrecha relación temporal con acontecimientos traumáticos, problemas insolubles o insoportables, o relaciones interpersonales alteradas (29).

Llamativamente, dichos trastornos implican sentimientos no satisfactorios originados por los problemas y conflictos que el enfermo, en su vivencia, percibe como irresolubles (30). El comienzo y la terminación de los estados disociativos son repentinos, en ocasiones provocados artificialmente (como en las hipnosis), tienden a remitir aunque en ocasiones, en el marco de graves caracteriopatías, pueden cronificarse (31).

Son clave las siguientes pautas diagnósticas (32):

a) Presencia de las características clínicas ya especificadas
b) Ausencia después de las exploraciones clínicas complementarias de un trastorno somático que pudiera explicar los síntomas
c) Evidencia de una génesis psicógena, en la forma de una clara relación temporal con acontecimientos biográficos estresantes y problemas o relaciones personales alterados (aunque sean negados por el enfermo)

Me permito transcribir a continuación, para ilustrar mejor a los lectores, los criterios diagnósticos (33) de dos entidades que pueden tener importancia forense y son parte de este grupo de trastornos:
Amnesia Disociativa (criterios diagnósticos)
A. La alteración predominante consiste en uno o más episodios de incapacidad para recordar información personal importante, generalmente un acontecimiento de naturaleza traumática o estresante, que es demasiado amplia para ser explicada a partir del olvido ordinario.
B. La alteración no aparece exclusivamente en el trastorno de identidad disociativo, en la fuga disociativa, en el trastorno por estrés postraumático, en el trastorno por estrés agudo o en el trastorno de somatización, y no es debida a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej., drogas o fármacos) o a una enfermedad médica o neurológica (p. ej., trastorno amnésico por traumatismo craneal).
C. Los síntomas producen malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
Fuga Disociativa (criterios diagnósticos)

A. La alteración esencial de este trastorno consiste en viajes repentinos e inesperados lejos del hogar o del puesto de trabajo, con incapacidad para recordar el pasado del individuo.
B. Confusión sobre la identidad personal, o asunción de una nueva identidad (parcial o completa).
C. El trastorno no aparece exclusivamente en el transcurso de un trastorno de identidad disociativo y no es debido a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., drogas o fármacos) o de una enfermedad médica (p. ej., epilepsia del lóbulo temporal).
D. Los síntomas producen malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.
5. SONAMBULISMO

Se define como sonámbulo aquél que “durante el sueño se levanta, anda, habla, o realiza otros actos de un modo automático, sin recordarlos al despertar” (34).

El sonambulismo hace parte de las parasomnias, dentro del subgrupo de trastornos del despertar. Parece ser que en dicho trastorno no hay un paso del sueño REM al sueño No REM gradual, sino abrupto: de ahí que se genere este “estado disociado” en el que se presentan parte de las características de ambas fases del sueño (35).

Como parasomnia que es, incluye fenómenos motores, verbales y vivenciales indeseables, durante el dormir, y hay activación musculoesquelética paradójica de la musculatura somática voluntaria (inusual dentro del sueño “normal”). Su prevalencia en niños va del 1 al 17% (36), con un pico máximo hacia los 12 años de edad, y en adultos oscila entre el 0,5 y 2,5% (37), rara vez requiere mayor tratamiento que el manejo cognoscitivo del problema con el sujeto y su familia (38), y el prevenir accidentes por el potencial trauma físico que el paciente pueda tener durante dichos episodios, especialmente si se le despierta (39).

6. INMADUREZ

El concepto de inmadurez ha tenido en las ciencias forenses un desarrollo ligado, en muchas ocasiones, al de inimputabilidad. Y, a su vez, los conceptos de inimputabilidad e imputabilidad hacen referencia a los mismos parámetros de la conducta punible. Así, la imputabilidad hace referencia a que, al momento de cometer la conducta punible, el sujeto esté en capacidad de a) conocer la conducta que ejecuta, b) comprender la ilicitud y las posibles consecuencias de dicha conducta, c) determinarse (se decide a ejecutarla o no). Se presumen estos tres pilares, que engloban los antiguos conceptos de “conciencia lúcida y libre albedrío” de los juristas ingleses del siglo XVIII, (40) para determinar que quien cometió la conducta o acto punible es merecedor de la pena. Asimismo, si la alteración de una de las anteriores (o las tres) se demuestra, la persona es inimputable. Uno de los causales de inimputabilidad es la inmadurez: se ha asumido, en varias jurisprudencias, en diversas naciones, que no se puede hacer merecedor de una pena a quien no cumpla unos requisitos de desarrollo básicos (tanto a nivel cronológico como a nivel cognitivo y psíquico). La legislación colombiana no escapa a esta tendencia. Así, ante la presencia de una conducta punible, siempre es necesario preguntarse: ¿hubo un trastorno mental (así fuese transitorio) que alterara los consabidos pilares del conocer, comprender y determinarse?, y, acto seguido, ¿hay inmadurez mental en quien ejecuta dicha conducta?
Dicha inmadurez mental o psicológica hace referencia a una condición, en que falta una parte del desarrollo, el cual puede ser adquirido (es decir, no siempre falta por enfermedad psiquiátrica) o porque hay una patología que afectó el desarrollo. Así, el “inmaduro”, a los ojos de la Ley, “no está en igualdad de condiciones” (41). Hasta 2006, se tuvo una definición operacional de inmadurez: todo menor de 18 años. Sin embargo, con la ley 1098 de 2006, los sicarios menores de 18 años y mayores de 14 son considerados imputables (42).
En este orden de ideas, la inmadurez psicológica hace referencia a la incapacidad para conocer, comprender y determinarse, en especial en los dos últimos. Hay una carencia: falta una parte del desarrollo (o por enfermedad psiquiátrica, en cuyo caso incluso puede darse el caso de que nunca alcanzará dicha parte del desarrollo que le falta, o porque no ha madurado completamente, en cuyo caso eso que falta puede ser adquirido en un futuro por el sujeto). (43)
Menciona el Dr Gaviria Trespalacios que durante mucho tiempo ha prevalecido en los juristas el concepto de inimputabilidad para el niño, en su calidad de “inmaduro”. Así, desde la época del Imperio Romano se tiene el concepto de que el infante no debe ser castigado (infantem innocentia tuetor), y tampoco el niño prepúber en su calidad de “cercano a la infancia”, pues hasta los diez años y medio de edad, el niño era considerado infantiae proximus et non doli capax, en buen romance, incapaz de dolo (44).

Caso especial representa el del RETARDO MENTAL. En él, hay inmadurez mental en el sentido de deficiencia mental, pero, anota Serpa Flórez, “algunos deficientes mentales pueden cometer delitos y contravenciones al no darse cuenta de las consecuencias de sus actos por su escasa inteligencia” (45), aunque señala que los deficientes mentales en grado profundo no cometen delitos sino excepcionalmente, “pues su retraso mental es tan severo, que no pueden ni siquiera valerse por sí mismos, y menos pueden delinquir” (46). No así los retardados mentales leves, que pueden cometer actos delictivos sin comprender la gravedad de estos actos o sus consecuencias, y típicamente sus delitos son “burdos”, poco elaborados: falsificaciones burdas, hurtos notorios, homicidios de los que a veces ni siquiera huyen de la escena del crimen (47). Frecuentemente, pueden ser víctimas de sugestiones (sugestión patológica) que los llevan a delinquir (48). En ellos, suele aplicarse la causal de grave anomalía psíquica (49).
7. TRASTORNO MENTAL
Desde la antigüedad el legislador ha considerado los aspectos subjetivos del autor de un hecho ilícito en el momento de juzgarlo. La historia del derecho penal es rica en ejemplos que ilustran las diferentes concepciones acerca del influjo de los estados mentales en la comisión de hechos delictivos, y muestra la forma como el trastornado mental se sustraía del tratamiento penal ordinario previsto para los sujetos normales (50). A medida que se fue desarrollando la teoría del delito se fueron incorporando figuras jurídicas específicas referentes al inimputable y a la inimputabilidad. En el ordenamiento penal colombiano los estados de trastorno mental permiten inferir inimputabilidad si se cumplen los presupuestos generales de incapacidad para comprender la ilicitud o de determinarse de acuerdo con esa comprensión, al momento de cometer un ilícito (51): por ejemplo, aunque los trastornos de personalidad son trastornos mentales, en tanto no implican incapacidad para comprender la ilicitud o de determinarse de acuerdo con esa comprensión, no son causales de inimputabilidad (52)

Desde el punto de vista jurídico, trastorno mental es toda condición médico-psicológica que afecte decisivamente las esferas cognoscitiva y volitiva del sujeto. La inimputabilidad surge “cuando el sujeto no está en capacidad de entender la naturaleza de su acto o de determinar su conducta, a causa de trastorno mental o inmadurez psicológica” (53). La imputabilidad, al contrario, presupone culpabilidad y ésta se asienta en el conocimiento del acto y la libre determinación de ejecutarlo o no. Los sujetos declarados como inimputables reciben medidas de seguridad (54).
Cita el Dr Gaviria Trespalacios que algunos filósofos naturalistas de los siglos
XVI y XVII (Grocio, Hobbes, Lullio, Bruno) retomaron la preocupación de los antiguos juristas romanos por el estado íntimo del incriminado y por los factores subjetivos de la imputación: “Las teorías de los juristas italianos del siglo XVI señalan un progreso decisivo en la penetración en el dominio del derecho penal de la observación médica del
estado mental de los inculpados. La jurisprudencia italiana del siglo XVI muestra un gran conocimiento de las condiciones subjetivas de la imputación y de las consecuencias jurídicas de las enfermedades mentales” (55).

Así, es preferible hablar de TRASTORNO MENTAL en vez de ALIENACIÓN (en el caso de que se los entienda como conceptos homologables y cuasi-sinónimos), dado que el primer concepto sería menos equívoco. Asimismo, ojalá el perito establezca si es un TRASTORNO MENTAL PERMANENTE o un TRASTORNO MENTAL TRANSITORIO. Sin embargo, ante la sutil diferencia entre ambas acepciones (Trastorno Mental y Alienación) conservé el segundo término (invito al lector a leer el numeral 1 de esta sección del artículo); también, en homenaje a los pioneros de la Psiquiatría Forense, aun cuando sé que es un arcaísmo y probablemente esté destinado a ser sepultado como término jurídico (así como ya lo fue en cuanto a término nosográfico en Psiquiatría).

En términos generales, se entiende por TRASTORNO toda condición patológica que afecte la salud de un individuo (56). Por extensión, trastorno mental es toda condición
que afecte la salud psíquica de un sujeto. Cada trastorno mental es conceptualizado como un síndrome o un patrón comportamental o psicológico de significación clínica,
que aparece asociado a un malestar, a una discapacidad, a deterioro en una o más áreas de funcionamiento, o a un riesgo significativamente aumentado de morir o de sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad. Cualquiera que sea su causa, debe considerarse como la manifestación individual de una disfunción comportamental,
psicológica o biológica (57).

Para ampliar más la definición, puede entenderse por Trastorno Mental, todo fenómeno psíquico expresado en una conducta, consistente en una alteración psicosomática de tan profunda intensidad que altere las esferas cognitiva, volitiva o afectiva de la personalidad (58)

Puede tratarse de una psicosis (aquí cabrían los diferentes tipos de esquizofrenia, o las fases activas de la Enfermedad Bipolar); puede tratarse de un TRASTORNO MENTAL TRANSITORIO si el trastorno no permanece en el tiempo. Por ejemplo, una profunda alteración emotiva o de una perturbación transitoria del intelecto o de la volición, transitoria si se le observa en la evolución del paciente (no permanece en el tiempo).

Una definición jurídico-médica de TRASTORNO MENTAL PERMANENTE la aporta el autor Nodier Agudelo Betancur, citado por Gaviria, en los siguientes términos: “Será cualquier afección que de manera permanente afecte las esferas de la personalidad y cuya intensidad sea tal que suprima o debilite la capacidad del sujeto para insertar su
comportamiento en el mundo de los valores o la capacidad de autorregular su conducta conforme a ellos a pesar de tener conciencia de lo que hace” (59)

Redondea Gaviria: “En psiquiatría, trastorno mental es una entidad psicopatológica de relevancia clínica que amerita intervención médica. Trastorno no es un término exacto, pero se emplea para designar la existencia de un conjunto de síntomas o comportamientos clínicamente reconocibles, asociados en la mayor parte de los casos
con malestar e interferencia con las funciones personales. En derecho, trastorno mental es una especie que fundamenta un atributo, la inimputabilidad” (60)


D. CONSIDERACIONES JURÍDICAS FINALES

Desde los remotos orígenes del derecho, el legislador no ha sido indiferente
a la condición mental del incriminado en el momento de la comisión de un hecho ilícito. En el derecho mosaico se halla el germen de una distinción entre negligencia, intención y causalidad en la ejecución de un acto punible (61). En el antiguo derecho romano se tiene en cuenta el punto de vista subjetivo en la imputación del crimen: el acto sólo es criminal en caso de existir la intención de lesionar. Toda violación de la ley en que falte tal intención no se considera más que un hecho causal. El derecho romano
imperial introdujo plenamente el análisis del aspecto subjetivo del hecho y discutió el problema de la imputabilidad (62).

La capacidad de imputación no existe para los enajenados: furiosus satis ipso furore
punitur, principio ya consagrado en los preceptos del derecho romano. En caso de existir duda respecto a si un crimen se había cometido en el curso de una perturbación mental o de un intervalo lúcido, se seguía el principio de proceder en favor del acusado:
in dubia pro reo. Los estados pasionales se asumían igualmente desde esa época como circunstancias atenuantes: non excusat in totum (63). El primero que trata como un todo
científico los datos médico-psicológicos adquiridos en esa época es Pablo Zacchias, quien establece las bases de la psicología jurídica. Sin embargo, hasta muy avanzado el
siglo XVIII, el derecho penal no poseía principios concretos y el procedimiento criminal, así como de la aplicación de las penas, aún resienten la influencia religiosa (64).

En la segunda mitad del siglo XIX, con el nacimiento de la psiquiatría como disciplina científica, la observación y la investigación médicas sobre los estados psicopatológicos
incidieron en forma decisiva en el campo del derecho penal. En la mayor parte de legislaciones europeas aparecieron fórmulas que regulaban el tratamiento penal de las personas consideradas por fuera de la normalidad psíquica, en el momento
de incurrir en un ilícito (65).


Ribe (66) señala que existen tres posibles situaciones médico-legales en la cuestión de la imputabilidad de las personas con trastornos psíquicos: a) Inimputable: el que padece un proceso enajenante que anula su capacidad de conocimiento de la antijuricidad de sus actos o su capacidad de obrar con arreglo a ese conocimiento, o sea, el que tiene abolidas su inteligencia y su voluntad, y a consecuencia de ello es irresponsable; b) Semiimputable: el que aqueja una anomalía, deficiencia o enfermedad mental que perturba intensamente sus funciones psíquicas superiores sin anular totalmente su inteligencia o su voluntad, en quien la responsabilidad está atenuada; c) Imputable: es la persona cuya anomalía, deficiencia o enfermedad mental no afecta en absoluto el conocimiento del valor y determinismo de sus actos, o sea, su entendimiento y su voluntad, se considera normalmente responsable.

Sin embargo, la legislación colombiana no contempla la categoría de “semiimputable” (67). Se es imputable o inimputable.

Las figuras legales específicas que pueden originar una calificación de inimputabilidad son el trastorno mental y la inmadurez psicológica. O sea, entra de nuevo la triada de alteración del conocer, comprender y determinarse. Suponen un estado de excepción al tratamiento penal ordinario, siempre que se den las condiciones de inimputabilidad exigidas por la norma (68).

El Código Penal colombiano define el concepto de inimputabilidad, en el artículo 33 así: “Inimputabilidad. Es inimputable quien en el momento de ejecutar la conducta típica y antijurídica no tuviere la capacidad de comprender su ilicitud o de determinarse de acuerdo con esa comprensión, por inmadurez psicológica, trastorno mental, diversidad sociocultural o estados similares. No será inimputable el agente que hubiere preordenado su trastorno mental”.

Así, como refiere Gaviria Trespalacios (69), la norma establece:

• Un criterio temporal: “… en el momento de ejecutar…”.
• Un criterio normativo estructural: “… la conducta típica y antijurídica…”.
• Un criterio valorativo: “… capacidad de comprender su ilicitud
o de determinarse de acuerdo con esa comprensión…”.
• Un criterio circunstancial: “… inmadurez psicológica, trastorno mental, diversidad sociocultural o estados similares”.

Adicionalmente, la norma postula un criterio de exclusión: “No será inimputable el agente que hubiere preordenado su trastorno mental”. La norma, en consecuencia, eleva a institución una fórmula biopsicosocial y jurídica.

Dejemos que complete la idea la elocuente pluma de Gaviria: “En la teoría jurídica general, la imputabilidad es la síntesis de las condiciones psíquicas mínimas y necesarias, dada la causalidad —el encadenamiento entre el agente y su acto—, que hacen que el delito tenga un autor punible. Imputar (de imputare) es atribuir a otro una culpa, delito o acción. Para que un acto humano se pueda configurar como
delito es necesario que el hecho comporte la violación de una norma positiva de la ley penal, presupuesto que entraña la estructuración de los diversos elementos del delito en
sus aspectos material y subjetivo. Existe imputación cuando la persona tiene la capacidad de comprender la ilicitud de su acción u omisión y de determinarse de acuerdo con esa comprensión y conocimiento. La falta de uno de estos elementos
remite al fenómeno jurídico de la inimputabilidad. En consecuencia, imputación es,
con otras palabras, la capacidad de escoger entre la ejecución o no de un acto calificado por el Código como delito y de tomar una determinación en uno u otro sentido. Es el juicio de valor que declara que un individuo ha cometido un hecho punible después de realizar el proceso psíquico descrito, que es culpable de ese hecho y que, finalmente,
se le puede imputar” (70)

El Código Penal, en su Artículo 31, también habla de la Inimputabilidad. Según eso, cuando una persona ejecuta una acción que en el Código se ha descrito como delictuosa, puede estar en una de estas dos condiciones: a) Es imputable cuando de esa persona se puede predicar que actuó con plena capacidad de conocimiento de lo que hacía, y con plena determinación de realizar esa acción en concreto (71); b) Es Inimputable, dice esa norma, si “en el momento de ejecutar el hecho”, no tuvo la capacidad, y aquí se refiere a su psiquismo, de comprender que ese hecho, o esa acción, eran de naturaleza ilícita. La Inimputabilidad también cobija a la persona que volitivamente no pudo determinarse a realizar la acción, aun cuando hubiera comprendido que la acción era ilícita (72).

En esta norma, se tiene en cuenta que la determinación mental, o la acción volitiva (entendida como acción de la voluntad) no son atribuibles al agente del hecho porque éste obró bajo una de estas condiciones personales: a) la Inmadurez Psicológica o b) el Trastorno Mental.

Aquí se excluye la orden superior, que es objeto de otro artículo (el Artículo 29 del Código Penal), en el que se contempla que el sujeto agente pudo haber sido determinado por la acción de otro, si el acto del otro tuvo fuerza según el agente determinado, para producir en éste un verdadero Trastorno Mental, como en el caso del terror (73), o que esa determinación del otro tenía aptitud y fuerza contra la voluntad del sujeto agente del hecho, debido a que éste era un inmaduro psicológico.

El trastorno mental señalado en el artículo 33 es aquella condición psicopatológica en que se encuentra el sujeto al tiempo del hecho, de suficiente amplitud, gravedad y
afectación de las esferas cognoscitiva, volitiva o afectiva, que le impide ser consciente de la ilicitud de su conducta o determinarse conforme a dicha comprensión. Lo que interesa no es el origen del trastorno psíquico, sino su simultaneidad con el hecho
ejecutado, la magnitud de la desorganización que causó en el psiquismo del ejecutor y el nexo causal que permite vincular en forma inequívoca el trastorno sufrido con la conducta realizada (74)

No es el trastorno en sí mismo, ni la inmadurez, lo esencial para la existencia de la inimputabilidad, sino que alguna de estas condiciones (trastorno mental o inmadurez) origine incapacidad para comprender la ilicitud o para dirigir la conducta, pues más que
el hallazgo de trastorno mental o de inmadurez psicológica, es el grado de afectación de la persona, en el momento de incurrir en el hecho legalmente descrito, en cuanto a sus capacidades mentales de conocer, comprender y determinarse.


El artículo 33 incluye la inmadurez psicológica como causal de inimputabilidad. Esta condición, anticipa que el inmaduro psicológico, cualquiera sea el caso pertinente (menores, sordomudos, algunas formas de retraso mental y ciertos subtipos de trastornos de inicio en la infancia, la niñez o la adolescencia), se encuentra en un
estado que le imposibilita comprender la naturaleza ilícita del acto o determinar su conducta de conformidad con esa comprensión. Señala Gaviria Trespalacios: “Para que el retraso mental, la sordomudez o alguna otra condición de inicio en la infancia sean causales de inimputabilidad, es necesario que afecten de forma incuestionable la capacidad de comprender o determinarse. También aquí, lo que importa al ordenamiento penal no es que el agente se halle en estado de inmadurez psicológica, sino que esa condición lo invalide para entender la ilicitud del acto o para dirigir
la conducta con arreglo a su comprensión” (75).

Cabe señalar, con respecto al Trastorno mental preordenado, que el artículo 33 reza claramente: “No será inimputable el agente que hubiere preordenado su trastorno mental”. En este caso se presenta el fenómeno conocido como actio liberae in causa, en el que una persona con capacidad para entender la naturaleza del acto, comprender
su ilicitud y determinarse de acuerdo con esa comprensión, es decir, una persona imputable, se coloca intencionalmente en estado de inimputabilidad (76). En este orden de ideas, no será considerado inimputable el sujeto que haya preordenado su trastorno
mental para la comisión del ilícito, pues aunque tal condición es concomitante con la perpetración del hecho, es evidente que en este caso existía plena capacidad cognoscitiva y volitiva (77).

También creo necesario señalar que el Código Penal de la República de Colombia es producto del Decreto 100 de 1980. Ha habido modificaciones, como se mostrará a continuación, pero el corpus se mantiene en esencia: “Es inimputable quien en el momento de ejecutar el hecho legalmente descrito, no tuviere la capacidad de comprender su ilicitud o de determinarse de acuerdo con esa comprensión, por inmadurez psicológica o por trastorno mental”.

Hay que tener en cuenta que el Artículo 33 del Código Penal, relacionado con Medidas Aplicables a los Inimputables, fue modificado por la Ley 43 de 1981, Artículo 1: “A los inimputables se les aplicarán las medidas de seguridad establecidas en este Código. Si la inimputabilidad proviene exclusivamente de Trastorno Mental Transitorio no habrá lugar a la imposición de medidas de seguridad, cuando el agente no quedare con perturbaciones mentales, sin perjuicio de la responsabilidad civil a que hubiera lugar” (78)

El artículo 34 del Código Penal, modificado por el Decreto 2737 de 1989, art. 165, declaraba penalmente inimputable al menor de 18 (dieciocho) años (79), fue modificado en el 2006, como ya se vio anteriormente.

E. ALGUNOS EJEMPLOS (80)

Aquí expongo algunos casos reales, acaecidos en Colombia, comunicados por mi padre, Don Luis Alberto Campos Rodríguez, que ha sido abogado desde hace cuatro décadas. Los nombres han sido cambiados por obvias razones éticas y legales:

1. Rodrigo, de 20 años, soltero, era tenido por “bobo” en su pueblo. Pero además era conocido como un trabajador obediente y sumiso, que trabajaba en una hacienda y ayudaba a su patrón dándole de comer a los caballos y cuidando de ellos. Asimismo, acompañaba a su patrón en las travesías que hacía en los terrenos de su hacienda. Un día, cuando su patrón estaba atravesando a caballo una quebrada, recibió una pedrada y cayó de su caballo. Rodrigo lo recogió, llevándole a la orilla. Allí llegaron tres hombres, que le dijeron que lo rematara golpeándole el cráneo con una piedra grande. Rodrigo lo hizo así, en repetidas ocasiones, consumando el homicidio.

En la investigación se fueron conociendo más datos: Rodrigo, un día antes del homicidio, había sido sorprendido en su dormitorio por tres hombres que lo habían golpeado y amedrentado, y le habían dicho que “eran enviados” de su patrón. Lo último que escuchó Rodrigo, aterrorizado, era que debía acabar con su patrón “porque era muy malo y los seguiría enviando para hacerle daño”. Una cocinera confirmó que tres hombres habían golpeado a Rodrigo, pero dijo no saber qué le habían dicho, ni quiénes eran. Asimismo, se supo que los vecinos habían estado peleando con el patrón de Rodrigo por un terreno, recientemente. El médico que valoró a Rodrigo dictaminó “Oligofrenia”, y “sugestión patológica”.

Rodrigo fue declarado inimputable por inmadurez psicológica, dado su retardo mental. Para los asesinos se dictaminó orden de captura.

2. Jorge, 21 años, soltero. Desde los 18 años sus padres y vecinos habían notado “cambios de carácter”, haciéndose cada vez más solitario y callado, “sólo leía la Biblia y con frecuencia observaba el sol…decía que el sol le daba consejos”. En una ocasión su tío llegó de visita, almorzaron juntos, luego su tío fue a tomar una siesta y Jorge salió a “hablar con el sol”. Después, y ante el horror de sus padres, Jorge llegó con una escopeta con la que le dio muerte al tío.

Durante el juicio, Jorge aceptó haber disparado, pero dijo, siempre, que el sol le había ordenado “matar al Anticristo reencarnado en el tío”. El perito conceptuó Esquizofrenia. Recibió tratamiento de inimputable por trastorno mental.

3. Manuel, 19 años, soltero. Llegó al Hospital de X con su padre agonizando, a eso de las dos de la tarde, con una herida por arma cortopunzante (cuchillo) precordial. Al cabo de 10 minutos, pese a las maniobras médicas, el padre falleció. Ese día el occiso no había salido de su casa, según vecinos nadie había entrado a la suya, y según relató el propio Manuel, habían almorzado él, su padre (el occiso), su madre (esposa del occiso) y su hermana (hija del occiso), después su madre y su hermana se habían retirado a sus dormitorios y según testimonio de su hermana Manuel se había quedado hablando con el occiso y tomando café.

Manuel aceptó en indagatoria todo lo anterior. En cuanto al hecho criminoso comentó “unas voces me venían diciendo, hacía días, que lo matara, que le clavara el cuchillo, que era un h.p…yo no había querido, sufría mucho y lloraba, y hasta evitaba quedarme a solas con él…yo no quería hacerlo, pero las voces me torturaban, me decían cosas horribles…al final no tuve otra, pero corrí a llevarlo enseguida al Hospital”. Testigos comentaron que la madre y la hermana de Manuel, habían sufrido, con anterioridad, de irregularidades como alucinaciones y conductas referidas como “extrañas” por sus vecinos, aunque nunca fueron llevadas a ningún servicio de salud. La novia de Manuel declaró que había terminado su relación con él, meses antes, “porque se ponía extraño, a veces hablaba solo, y una vez me asustó diciendo que él tenía una misión especial, dizque defenderme de demonios”. El perito conceptuó “Psicosis”.

Manuel recibió tratamiento judicial de inimputable, por trastorno mental.

***

Para finalizar, que hable el maestro Uribe Cualla: “Por aquí se comprende cómo pueden ser de numerosos los casos que se presenten en individuos que hayan tenido reacciones delictivas en el curso de un acceso de confusión mental…El perito psiquiatra y el funcionario judicial deben proceder con mucha cautela, puesto que estos enfermos en los periodos lejanos de la fiebre o la intoxicación, aparecen lúcidos y con absoluta normalidad, y sin embargo el hecho porque se les sindica puede llevar los caracteres de una reacción patológica, producto exclusivo de un estado transitorio de confusión psíquica” (81)

* DAVID ALBERTO CAMPOS VARGAS, MD
Médico y Cirujano, Pontificia Universidad Javeriana
Diplomado en Neuropsicología, Universidad de Valparaíso
Diplomado en Neuropsiquiatría, Universidad Católica de Chile
Residente de Psiquiatría, Pontificia Universidad Javeriana


REFERENCIAS

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(2) Campos Rodríguez, L.A. Comunicación personal.
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(4) Fuertes, J.C. Cabrera, J. De la Gándara, J. La Salud Mental en los Tribunales, Primera Edición, Editorial Arán, Madrid, 2004
(5) Fuertes, J.C. Cabrera, J. De la Gándara, J. La Salud Mental en los Tribunales, Primera Edición, Editorial Arán, Madrid, 2004
(6) Fuertes, J.C. Cabrera, J. De la Gándara, J. La Salud Mental en los Tribunales, Primera Edición, Editorial Arán, Madrid, 2004
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(8) Campos Vargas, D.A. Tratado de Psicopatología. Inédito.
(9) Campos Vargas, D.A. Tratado de Psicopatología. Inédito.
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(13) Uribe Cualla, G. Medicina Legal y Psiquiatría Forense. Sexta Edición. Voluntad S.A. Bogotá, Colombia, 1953
(14) Uribe Cualla, G. Medicina Legal y Psiquiatría Forense. Sexta Edición. Voluntad S.A. Bogotá, Colombia, 1953
(15) Uribe Cualla, G. Medicina Legal y Psiquiatría Forense. Sexta Edición. Voluntad S.A. Bogotá, Colombia, 1953
(16) Uribe Cualla, G. Medicina Legal y Psiquiatría Forense. Sexta Edición. Voluntad S.A. Bogotá, Colombia, 1953
(17) Weygandt, W. Psiquiatría Forense, Editorial Labor, 1928
(18) Weygandt, W. Psiquiatría Forense, Editorial Labor, 1928
(19) Uribe Cualla, G. Medicina Legal y Psiquiatría Forense. Sexta Edición. Voluntad S.A. Bogotá, Colombia, 1953
(20) Santacruz, H. Comunicación personal.
Paz Otero, G. Manual de Medicina Legal. Ediciones Librería del Profesional, cuarta edición, 1980
(21) Campos Vargas, D.A. Aventuras y Desventuras de la Salud Mental en Colombia.
Memorias del Congreso Nacional de Residentes de Psiquiatría. Colombia, 2009
(22) Paz Otero, G. Manual de Medicina Legal. Ediciones Librería del Profesional, cuarta edición, 1980
(23) Paz Otero, G. Manual de Medicina Legal. Ediciones Librería del Profesional, cuarta edición, 1980
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